Instantáneo Warhol

Para Andy Warhol, los retratos eran un gesto de amistad, una forma de ganarse la vida y una declaración pública de su admiración. Siempre buscaba lo mejor del retratado, el perfil más favorecido y bromista, fuera por honrarle o por encargo. Excepto en un caso, los autorretratos: «Se dibujaba frío, hermético, distante», dice Lola Durán, comisaria de la exposición «Portraits», organizada por la Obra Social de Ibercaja, que se inaugura hoy en Zaragoza y que contiene semblanzas de todo tipo, incluso piezas nunca vistas antes en Europa. La monumental exposición sobre el artista permite trazar un recorrido por su trayectoria, desde el inicio hasta su producción de apenas un año antes de morir.

En el Palacio de la Infanta de Zaragoza se ha inaugurado la exposición, de 99 piezas, entre las que hay documentos íntimos como fotografías familiares, piezas de juventud y rostros apretujados en un fotomatón. La fascinación de Warhol por el retrato como género es conocida, pero en la exposición puede verse su método de trabajo.
«Comenzó recortando fotografías de revistas de las personas que admiraba y las tomaba como modelo. Después, cuando ya era famoso, pedía a quienes iban a posar que se metieran con él en el fotomatón y hacía decenas de series para elegir la mejor imagen. Más tarde, como esta solución resultaba incómoda, se compró una Polaroid. Disparaba un centenar para elegir la mejor», cuenta Durán. Warhol no tenía intenciones psicoanalíticas con sus retratados: «Buscaba reflejar siempre su mejor parte, por eso escogía junto al modelo la imagen como punto de partida y les maquillaba. Por eso es interesante la contradicción con sus autorretratos», apunta Durán.

Moderna tecnología
En la muestra se pueden ver casi todos los tipos de retratos: el de Jackie Kennedy (por admiración al personaje), el de Truman Capote (primero admiración y después amistad) y el de Sylvester Stallone (un mero encargo por dinero). ¿No le importaba equiparar en su obra a personajes de distintos pelajes? «No exactamente. Warhol se enfrentaba a la vida como un espectador».

Además de los retratos, la muestra incluye sus trabajos de los años cincuenta como publicista, figurines de moda, serigrafías, pinturas y obras «raramente expuestas al público» por sus problemas de conservación como aquellos fotomatones, polaroid y otros pequeños objetos. También aparece un género poco frecuente, las «fotografías cosidas», unos delicados montajes que emplean cinta adhesiva que fueron una constante toda su vida y que nunca han salido del Museo Andy Warhol de Pittsburgh.

Esta constituye otra novedad de la muestra, ya que, a diferencia de otras exposiciones que se han podido ver en España y que empezaban en los años sesenta, la que acoge Zaragoza abarca desde los cuarenta, según Durán. En ellas, puede verse que la infancia y la juventud del precursor del Arte Pop nada tuvieron que ver con la estrella en la que llegó a convertirse, tan rutilante como las que él siempre admiró. Entre estas fotografías se halla la primera que se conserva del artista, de 1932, cuando tenía 3 años, donde posa junto a su madre y su hermano.

14 millones de euros en obras
Si estuvieran a la venta, las obras que llegan a Zaragoza valdrían en el mercado 14 millones de euros, lo que atestigua la calidad de las piezas. Warhol fue enormemente prolífico, y en vida recopiló las llamadas «cápsulas del tiempo», unas cajas en las que iba guardadndo cualquier tiquet de aparcamiento o dibujito en una servilleta. Por eso, es normal que en Pittsburgh haya varios miles de cajas por abrirse con el legado del pintor y millones de documentos aún por catalogarse.