La Paz

«Me obligó a abortar para que siguiera prostituyéndome»

La Audiencia Provincial juzga a «Cabeza de cerdo», uno de los mayores traficantes de mujeres para la prostitución del mundo. Se traía a las víctimas de Rumanía prometiéndolas un trabajo de camarera. Luego la amenazaba con matar a su familia

«Me obligó a abortar para que siguiera prostituyéndome»
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MADRID-La vida del clandestino debe de ser, cuanto menos, incómoda y a Ioan Clamparu, conocido como «Cabeza de cerdo» –o «el zorro» para los agentes que le perseguían y que estuvieron a punto de capturarle en 2004–, ya no le apetecía seguir cambiando constantemente de país para despistar a las autoridades. Se entregó el pasado 22 de septiembre porque sabía que le estaban pisando los talones (aunque, según su abogado, fue porque «sufría persecución política») y ayer comenzó su juicio en la Audiencia Provincial de Madrid. A este rumano de 43 años se le juzga ahora por cinco delitos de prostitución, uno de ellos a una menor, y por un delito de aborto aunque también se le considera el cabecilla de otras tramas delictivas. El fiscal pide para él 28 años de cárcel. «Cabeza de cerdo», que ayer se negó a declarar, lleva más de 20 años lucrándose (ha movido millones de euros), sobre todo, a costa de uno de los más viejos y asquerosos negocios: era el capo de una mafia que se dedicaba a engañar a chicas compatriotas en busca de un «futuro mejor» y las traía a España e Italia prometiéndoles un trabajo de camarera para, una vez aquí, obligarlas a prostituirse. Una de las mujeres que testificó ayer en el primer día de juicio aseguró que Clamparu controlaba a unas 100 mujeres sólo en la Casa de Campo, pero su red operaba por todo el país.

Golpeada
La primera mujer en testificar fue Andrea –nombre ficticio–, una joven que llegó a Madrid en el año 2000 (entonces era menor) porque, según declaró, se había quedado embarazada en su país. «Un conocido me dijo que buscaban a gente en España para trabajar en un bar, quería dinero para mantener al hijo que iba a tener pero no hubiera venido si sé que era para prostituirme», aseguró la joven en declaraciones recogidas por Efe. Andrea entró en Madrid con pasaporte falso como mayor de edad y al día siguiente la llevaron a la Casa de Campo. Según explicó ante el tribunal, fue golpeada por «Cabeza de cerdo» al segundo día de llegar por decirle que se sentía engañada. Y es que la violencia y las vejaciones a las que sometía a las chicas (la mayoría eran violadas) son una de las señas de identidad del procesado. Andrea, que vivía en un piso de Carabanchel con cuatro chicas más –una de ellas, Monika V., también encausada, entregaba la recaudación a Clamparu–, explicó que ganaba unos 600 euros al día ejerciendo la prostitución de 22:00 a 5:00 horas. Pero el relato más estremecedor fue que «cabeza de cerdo» la obligó a abortar el bebé que esperaba. Lo hizo en una clínica de El Bosque. Ayer un psiquiatra del centro declaró que no sabía que la chica era menor. Además, Andrea aseguró que días después tuvo que acudir a los hospitales de La Paz y Doce de Octubre al haber tenido que seguir prostituyéndose al poco de la intervención introduciéndose algodones en la vagina. Otra de las víctimas explicó que llegó a Madrid vía Rumanía-Hungría-Italia en julio de 2000 y que a la semana se percató de que el empleo prometido era la prostitución. Ella, que vivía en Pozuelo y otras chicas en pisos del barrio de Aluche, conoció a Clamparu porque «era el jefe de todos». Como Andrea, fue amenazada para trabajar un año para pagar sus deudas. Los policías rememoraron ayer que en el año 2000 vigilaron la Casa de Campo para comprobar las denuncias de algunas víctimas de Clamparu y vieron que las chicas eran seguidas por hombres armados. Recibían «auténticas palizas» y tenían «un nivel anímico muy bajo».

 

El más grande, tirano y muy violento
Sólo se dejaba caer por el submundo que controlaba cuando le apetecía. Escogía a una de sus chicas –normalmente una de las recién llegadas y de las más jóvenes– y la obligaba a practicar relaciones con él. «Cabeza de cerdo» estaba tan arriba de la pirámide que no solía dejarse ver por la Casa de Campo, Colonia Marconi o las zonas que manejaba, pero cuando lo hacía (vestido de traje y en coches de lujo) las chicas temblaban. Aparte de su enorme figura, era conocido por la violencia que empleaba sobre ellas, sus amenazas de muerte y sus técnicas vejatorias.
 

 

«A las más desobedientes las invisibiliza»
Una vez que entras en la red, no sales. A las chicas captadas por la mafia de «Cabeza de cerdo» les quedaba bien clara esta premisa nada llegar a España. Una mujer les da mucho dinero al día y que se vaya implica que pueda denunciar. Por eso, cuando veían que estaban trabajando a disgusto o hablaban más de la cuenta, las «invisibilizaban». Según asegura una asociación que trabaja de cerca con muchas de estas prostitutas, ahora testigos protegidos, a las más «rebeldes» las llevaban desde los polígonos de extrarradio o la Casa de Campo a pisos, para evitar que puedan ser «captadas» por asociaciones, según explican desde uno de estos colectivos. Eso sí, en los pisos, previa paliza, seguían trabajando. «Si ya les cuesta salir, superar las secuelas psicológicas que les han dejado es aún más complicado», aseguran.