Crisis económica
OPINIÓN: Las buenas barricadas
La revuelta popular adquiere su dimensión más auténtica cuando los palos y las piedras se esgrimen contra la derecha. Y ahí reside el éxito simbólico de una huelga condenada al fracaso estratégico. Lo espectacular de la protesta francesa podría llevar a una primera condena de las formas, pero lo que de verdad va a hacer sucumbir a los violentos es el fondo de sus planteamientos.
Lo determinante no es que Sarkozy se pueda convertir en víctima de los sindicatos. Cediendo ante los desórdenes, convertiría a Francia en víctima de los circuitos financieros. La capitulación haría caer a plomo la deuda nacional, y París pagaría a precio de oro el dinero que necesita, plomo en las alas de la recuperación. Algo tan inasumible para los conservadores como para los socialistas si fueran ellos quienes ocuparan El Elíseo.
Es un hecho que las algaradas no obedecen al impulso ciego de una izquierda trasnochada, desnortada y huérfana de discurso. La reforma de las pensiones ha encontrado un rechazo masivo en la calle. Pero quizá todavía pervivan en Europa gobernantes dispuestos a sacrificarse a cambio de evitar que sus compatriotas sean pasto de los estragos y la angustia de la crisis.
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