Cataluña

Convergente por María José Navarro

El líder de Convergencia, Artur Mas, en las elecciones catalanas
El líder de Convergencia, Artur Mas, en las elecciones catalanaslarazon

Se para una un ratito a pensar en los políticos y cae en la cuenta de su fugacidad, de lo poco que nos duran últimamente y de lo pronto que se queman. Bien es verdad que en algunos casos es una buenísima noticia que permanezcan tan poco tiempo en la pelea porque la inconsistencia abunda, incluso en las columnas de los periódicos (verbigracia, para servirles). En los aparatos de los partidos se han hecho fuertes sus liberados, tanto es así, que alguno de nuestros ministros no ha trabajado en una empresa normal en su vida, así que una les oye hablar de la contención de los sueldos, de la fiscalidad y de la obligación de apretarse el cinturón y se tiene que poner una plancha caliente en un muslo para aplacarse el cabreo.

Algunos de los mejores políticos de los que disfrutamos nos los ha proporcionado Convergencia y Unión, que está ahora con la sonrisa congelada y disfrutando de las mieles del éxito electoral en Cataluña. CiU ha demostrado siempre que tiene gente muy capaz: no hay más que darse una vuelta por el Congreso o el Senado para comprobar que sus señorías convergentes aportan un nivel medio que ya quisiera el resto y que en muchos de los debates, en las comisiones de investigación parlamentarias o en las ponencias, su presencia eleva el registro. Bien es verdad que Artur Mas, al que no restamos ni un ápice de capacidad intelectual ni condiciones, chirría. Chirría por ser estiradete, altivo y hasta algo impostado. Sin negarle sus cualidades y su derecho a demostrarlas después de tantos intentos malogrados, Mas da la sensación de tener menos ganas de ser un hombre de Estado y más ganas de gresca. Esas ganas de pisar callos son absolutamente legítimas, sobre todo si es lo que quieren y parece que así lo han querido los catalanes, de tal manera que si Artur se convierte en la nueva pesadilla nacionalista, no tendremos más remedio que tratar de aprender a convivir con ello o volver a enchufar la plancha y preparar el otro muslo. Mandíbulas de super héroe aparte, CiU es un partido (o mejor dicho, dos) que nos favorece a todos. Su responsabilidad, su mesura y hasta su generosidad (encarnada por Pujol en su día y ahora por sus sucesores) a veces no ha sido suficientemente valorada por el resto.

Sirva este engendro para reconocerles su aportación y para agradecer a Durán i Lleida su altura de miras, su dignidad en la calvicie y su colección de gafas. No hay de qué, caballeros