El Corpus y la Familia por CÉSAR VIDAL

Como testigo ocular, puedo dar fe de que el momento en que los asistentes prorrumpen en los aplausos más enfervorizados y en los vivas más sentidos es cuando aparecen los militares con estandartes desplegados. No me atrevo a analizar el motivo – si es que existe uno solo – de esa respuesta tan profundamente entusiasta, pero sí puedo decir que resulta innegable e impresionante.

Pues bien, este año Carme Chacón, que anda a la caza de cualquier conducta religiosa en el seno de las Fuerzas Armadas para extirparla de inmediato, había fijado sus ojitos en el Corpus. El argumento era doble: en primer lugar, el supuesto laicismo de nuestro ordenamiento jurídico y, en segundo, la existencia de militares de otras confesiones. Ninguna de estas afirmaciones cuenta con un mínimo de solidez. De entrada, nuestro sistema constitucional no es laicista, sino pactista, y establece la presencia de la Iglesia católica y otras confesiones en la vida pública.

Puede no gustar, pero si ése es el caso, ZP y Chacón pueden instar una reforma constitucional y ya veremos quién les sigue. En cuanto a la segunda afirmación, queda totalmente desmontada desde el momento en que un militar pueda recibir asistencia espiritual de la confesión a la que pertenezca y, a la vez, no se le obligue a participar en actos religiosos que no son de la suya.

Pero si un judío, un musulmán, un protestante o un ortodoxo no son obligados a participar en la procesión, ¿por qué no podrían hacerlo con toda el alma y con toda la libertad los militares católicos que lo deseen? ¿Por qué privar, por añadidura, a los toledanos de ese momento de alegría patriótico-religiosa? No se me ocurre razón alguna salvo la de que cuando se tiene como ministra de Defensa de España a una nacionalista catalana que afirmó que era Rubianes, se puede esperar cualquier aberración.