Manhattan

OPINIÓN: Woody Allen

OPINIÓN: Woody Allen
OPINIÓN: Woody Allenlarazon

Se han publicado, en los últimos días, una serie de fotografías acerca del rodaje, en París, de la íltima película de Woody Allen, en la que el director norteamericano aparece junto a la que va ser su protagonista y, por tanto, nueva musa de su cine: Carla Bruni. La contemplación de estas imágenes desencadena, de inmediato, una doble línea de reflexión, en ningún caso carente de interés: de un lado, la interrogante que surge es: ¿qué diablos hace un realizador como Allen –que ha dirigido a actrices tan brillantes e intensas como Diane Keaton o Mia Farrow- con un personaje como Carla Bruni, si no es aprovechar su tirón como primera dama francesa para convertirla en un indudable y morboso atractivo de cara a la taquilla? Y, de otro, el problema que plantea cada nueva aparición de Woody Allen en escena es que, por motivos que nunca llegan a estar del todo claros, este autor se ha impuesto un ritmo brutal, vertiginoso, de película por año, que, desde luego, le va a permitir ser uno de los artífices más prolificos del cine contemporáneo, pero –eso sí- a costa de la calidad de sus obras.Woody Allen está siendo víctima de una pulsión creadora que, a priori, sólo puede resultar digna de encomio. El problema es que el descenso de calidad de sus producciones desde Misterioso asesinato en Manhattan –el último título verdaderamente significativo de su filmografía- es tan pasmoso y tan difícil de ocultar, que su cine ha terminado por convertirse en un mero ritual que, año tras año, el espectador sabe que debe cumplir «por estricta tradición». El caso de Allen recuerda –de una manera sorprendentemente cercana- al de Picasso, quien, pese a cumplir años, no dejaba de pintar con auténtico fulgor, en un intento por suplir mediante la creación artística el decaimiento sexual que, por cuestiones de edad, sufría. El autor de joyas como Annie Hall o Maridos y mujeres debería aprender de un caso como el de Clint Eastwood, un director que, pese a nos er santo de mi devoción, sí que encara cada una de sus realizaciones desde una actitud de reposo y mayor meditación. Además, la ya referida participación de Carla Bruni en éste su último proyecto trasluce –al menos a simple vista- una intención esencialmente comercial que choca con la que ha sido la filosofía de trabajo de este uraño director. Lo mejor que podría hacer Woody Allen en estos momentos de su carrera es dosificarse y optar más por la abstinencia: le haría un gran favor al cine.