Museo Reina Sofía

Gerhard Richter en la Tate por Pedro Alberto Cruz Sánchez

La Razón
La RazónLa Razón

La exposición antológica que la Tate Modern dedica has- ta enero a la figura de Gerhard Richter viene a confirmar un diagnóstico que ya no puede ser reprimido por más tiempo: que se trata del pintor más inteligente del último siglo. Soy consciente de que, con tal aseveración, estaré profanando algunos de los mitos más consolidados de la cultura y el arte modernos y contemporáneos. Lo sé. Pero la convicción es tan profunda que sería un hipócrita si intentara relativizar mi opinión. Uno de los aspectos más fascinantes del ideario de Richter es su resistencia a ser clasificado. Su capacidad para pasar desde el hiperrealismo hasta la abstraccción minimalista, de ésta a un romanticismo inmoderado y de aquí a una no-figuración ilusionista y gestual, es asombrosa. No hay razón para cambios tan bruscos; las causas no existen, porque ningún registro explica y es origen de cualquier otro.

El gran logro de Richter es haber convertido en natural lo que no deja de ser una falta de lógica, de relato. El suyo es el mejor ejemplo de eso que se ha venido llamando la «crisis del autor» y que ha consistido en dinamitar el binomio identidad/estilo. De he- cho, en una de sus reflexiones más lúcidas y contundentes señala que el estilo es violencia porque implica transformar la realidad y reducirla a un código, a un estereotipo específico, en detrimento de todas las demás posibilidades. Uno tiene la sensación continuamente de que Richter quiere desaparecer detrás de cada una de sus obras, hacerse lo menos evidente posible para que se genere una situación de no interferencia en el devenir de las cosas. En un momento en el que la obsesión de cualquier artista joven es determinar un estilo que le permita hacerse un hueco en el mercado, Richter opta por lo contrario: perturbar lo menos posible las cosas, dejarlas hacerse, como si ningún estilo se encargara de otorgarles una especial presentación. Esa es su genialidad: la discreción de su yo, tan débil, tan esquivo, tan irrelevante...