Estados Unidos

Crímenes de Pulitzer

JFK, Robert Franks, Columbine... Los titulares sangrientos forman parte de la historia de EE UU. El libro «Asesinato en América» recuerda los casos más famosos según los periodistas que los investigaron.

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Todos los asesinatos célebres tienen su cronista. Un periodista capaz de alzarse sobre la escatología de la muerte para entrever las motivaciones psicológicas y anticipar las brechas emocionales que un acontecimiento de esa naturaleza desencadena en una comunidad. Estados Unidos cuenta con una rica historia en homicidios, y la prensa siempre ha respondido a esos crímenes con el reportero oportuno. Ése que escucha pacientemente a los testigos y la Policía, pero no se conforma con lo que dicen. James W. Mulroy y Alvin H. Goldstein jamás terminaron de asumir el papel que desempeñaban en el diario. Eran «leggers». Esos muchachos que recorren las calles para comprobar una y otra vez los datos que recibían para que, después, otros compañeros hicieran carrera y ganaran prestigio.

Desnudo en el canal
Les llamaban «O'Connor y Goldberg», el nombre de la tienda de zapatos más famosa de Chicago, por su afán de machacar las aceras de arriba a abajo un día tras otro. Jamás se contentaban con la información que obtenían. Querían más. Seguían su propia intución con el tesón de viejos sabuesos. Pero, al final, llegó su oportunidad. Fue el 23 de mayo de 1924. Ese día, Robert Franks, de catorce años, hijo de una familia acaudalada, apareció muerto en un canal de desagüe. Lo encontraron por casualidad. Estaba desnudo y presentaba dos heridas mortales en la cabeza. Los asesinos habían exigido un rescate de 10.000 dólares. El padre reunió la cantidad y esperó durante todo un día las instrucciones que debía seguir para liberar a su hijo. Pero nunca llegaron.

El suceso saltó a las páginas de todos los diarios. Aquel violento delito había sacudido la tranquila conciencia del país. Se redactaron cientos de columnas y artículos. Al final, junto al cadáver, aguardaba una de las pistas que conduciría a la detención de dos chicos: Leopold y Loeb. Se dijo entonces que era «el crimen del siglo». Alfred Hitchcock se basó en su asesinato para la película «La soga» y Orson Welles participó en otra cinta, «Compulsión», que también ahondaba en las circunstancias reales que rodearon esta muerte. Mulroy y Goldstein contribuyeron de manera clara y definitiva a la resolución del caso. El relato que escribieron recibió el Premio Pulitzer de Reportaje en 1925. Sus indagaciones y el retrato que proporcionaron de esos dos agresores, con una alta capacidad intelectual, provenientes de una clase acomodada y con un brillante futuro universitario, fue suficiente aval para que recibieran el más carismático reconocimiento que se le podía otorgar a un periodista.

La prueba definitiva
La editorial Errata Naturae recopila en «Asesinato en América» una antología de los grandes delitos de sangre de EE UU contados por los periodistas que, como consecuencia de su investigación en estos casos, recibieron el Premio Pulitzer. «Mulroy y Goldstein fueron quienes relacionaron el cadáver encontrado cerca de las vías del tren con la desaparición del joven Franks, y también quienes dieron con la prueba definitiva», comenta Simone Barillari, encargado de esta selección. El libro reúne ocho crímenes de diferente naturaleza y proporción, desde individuales hasta auténticas matanzas. Algunos todavía permanecen latentes en el imaginario popular, como el asesinato de John Fitzgerald Kennedy. Aquel viaje a Dallas le costó la vida al presidente de Estados Unidos. El magnicidio es hoy material para especulaciones y guiones cinematográficos. Una fuente inagotable para enriquecer la mitología estadounidense.

Ese 22 de noviembre, la Casa Blanca perdió a su inquilino. Pero la intuición de un periodista ha proporcionado a la memoria de próximas generaciones la crónica de lo que sucedió. Merriman Smith estaba en el lugar adecuado y en el momento justo. La veteranía, experiencia y un componente de suerte le ayudaron a tomar durante esa jornada las decisiones adecuadas. Fue el primero en percatarse de que aquellas detonaciones no provenían del tubo de escape de un coche, sino de un rifle. En su artículo describe un «atisbo de rosa», que no era otra cosa que Jacqueline Kennedy ayudando a su marido. La descripción de los dos minutos siguientes es pura leyenda. Algo para leer. Su competitividad impidió que el colega de la agencia AP pudiera transmitir la información antes que él. Y esos minutos de ventaja le ayudaron para enterarse antes que nadie, a través de un guardaespaldas, de que JFK había fallecido. Transcurrida media hora, resultó que Merriman Smith era el único reportero en el Air Force One, justo en esos minutos en que Lyndon B. Johnson juraba el cargo como nuevo presidente de los EE UU.

Entre estas crónicas negras se encuentra «Los Ángeles de la muerte», escrito por Christine Evans, Sydney P. Freedberg, Donna Gehrke, Carlos Harrison y Patrick May. Premio Pulitzer de Crónica Local en 1991, se acerca a una secta que comete asesinatos sacrificiales. Otro de los textos, que describe la conocida matanza en un colegio de Columbine, se llevó el Pulitzer en 2000 y aborda el mismo hecho que Michael Moore escogió para el documental «Bowling for Columbine» y que inspiró a Gus Van Sant para rodar «Elephant» (2003). Ese abril de 1999, un par de estudiantes con gabardinas negras y provistos de pistolas entraron en la escuela y abrieron fuego contra los compañeros. El resultado, un rastro de veinticinco cadáveres y una localidad conmocionada. Bill Briggs, Patricia Callhan, Bruce Finley, Susan Greene, Steve Lipshr, Mark Obmasick, David Olange y Mark Eddy prestaron su habilidad y talento para relatar esa triste cadena de acontecimientos.

Testimonios, datos, reportajes. Abordaron el acontecimiento desde ópticas y puntos distintos para aclarar un suceso que entroncaba con una serie de hechos semejantes que, desde el año 1997, se habían desarrollado en el mismo contexto. Los testigos no tardaron en identificar a los asesinos: eran Eric Harris, de 18 años, y Dylan Klebold, de 17. Ambos pertenecían a una banda, a una especie de «mafia» próxima al nazismo.

Los responsables
Pero la pregunta que enseguida comenzó a realizarse todo el mundo era: ¿por qué? Uno de los reporteros incluye este párrafo en su crónica: «De modo que, recalcan algunos expertos, Harris y Klebold no deberían ser considerados los únicos responsables de la masacre del martes. Los adultos, dijeron, deberían asumir parte de la culpa. "No pasamos tiempo suficiente con nuestros hijos, y no hemos sabido transmitirles estima. Les damos antes un coche, un cheque o una tarjeta de crédito que nuestro tiempo"».

El detalle. Desde los años 20 hasta 2000
Otras crónicas completan el libro: «Linchamiento», de 1933; «El día de la locura de Howard Unruh», de 1950, sobre el ex combatiente que asesinó a tiros a trece personas en New Jersey, escrito por Meyer Berger; «Caza del hombre», de 1967, y «Universidad del Estado de Kent: cuatro muertos y once heridos», de 1971. Estos reportajes completan el arco cronológico de un libro que retrocede hasta los años 20 y que llega hasta 2000. Un recorrido por la sociedad de EE UU en diferentes momentos y los acontecimientos que han herido su sensibilidad, desde el magnicidio a las matanzas. Pero también un rápido vistazo a varios maestros del género y un tipo de periodismo que intenta indagar en las causas, que no da por ciertas las explicaciones oficiales y pretende ir mucho más allá.