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Falta de respeto a las víctimas

La Razón
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La decisión de CC OO y UGT de manifestarse en Madrid el 11 de marzo es una falta de respeto a todos los ciudadanos y un insulto a las víctimas. Queremos creer que la sensatez y el buen criterio acabará imponiéndose y que los líderes sindicales elegirán otro día para expresar en los aledaños de Atocha su rechazo a la reforma laboral. De no ser así, confirmarán que son fundadas las críticas que los presentan como organizaciones burocráticas cuya principal preocupación es conservar a toda costa sus privilegios y sus jugosos emolumentos imponiendo su ley en la calle. En ningún caso son compatibles los actos de recuerdo y homenaje a las víctimas del mayor atentado terrorista que ha sufrido España con un pasacalles sindical. Si Méndez y Toxo pretenden trivializar el recurso a la protesta callejera, la memoria de los asesinados no admite ni frivolidades ni manipulaciones. Hacen bien la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, y la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, en aplazar con el beneplácito de las asociaciones de víctimas los actos de homenaje para evitar la indeseable coincidencia. Pero no son los ciudadanos los que deben retrasar nada, sino los miles de liberados sindicales que sólo trabajan cuando hacen huelga o salen de manifestación. Un mínimo de decencia y de consideración hacia los trabajadores que fueron masacrados aquel 11 de marzo de 2004 es argumento suficiente para que ningún obrero secunde la mascarada sindical de ese día. En este punto, los líderes del PSOE deben pronunciarse sobre el particular y aclarar su participación. La deriva radical que están adoptando los socialistas ha dado alas a los grupos de izquierda extrema, que siguen protagonizado algaradas callejeras y acosando a cargos y sedes del PP. No basta con que Rubalcaba saque a pasear su proverbial cinismo político desacreditando a la Iglesia para justificar que dirigentes de su partido hayan encabezado manifestaciones en contra de la Policía. Sin el «acompañamiento» del PSOE, en expresión reveladora de su número dos, Elena Valenciano, no se habrían producido los bochornosos espectáculos de Barcelona y Valencia, una de cuyas imágenes de violencia a la griega ha dado la vuelta al mundo desde la portada de «The New York Times». Pocas noticias pueden ser más letales para la imagen y los intereses de España que ésta abriendo el primer diario internacional. De nada servirá que el Gobierno de Rajoy emprenda una campaña para rehabilitar la marca España si el principal partido de la oposición se embarca en una estrategia de crispación social cuyo efecto fulminante es el desprestigio de un país que tiene en el turismo su primera industria. La promesa de Rubalcaba de hacer una oposición leal y constructiva no es más que un sarcasmo inaceptable en la actual situación de emergencia.