Londres
Francia no logra imponer al G-8 su plan de intervención en Libia
El nivel de consenso alcanzado ayer en la cumbre del G-8 (los ocho países más industrializados del mundo) está al nivel de la falta de acuerdo existente en las demás instancias internacionales de decisión sobre la crisis en Libia. Es decir, bastante escaso.
Apenas lograron una cierta unanimidad para prevenir al coronel Gadafi de las «dramáticas consecuencias» que le esperan si, como reza el comunicado emitido al término de dos días de laboriosas reuniones, se niega a «respetar las legítimas reivindicaciones del pueblo libio respecto a sus derechos fundamentales, la libertad de expresión y una forma representativa de gobierno».
Las diplomacias del grupo de los Ocho acordaron blandir la amenaza y redoblar la presión contra el régimen del dictador libio mediante la adopción de manera urgente de una nueva resolución en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, al que Francia, Reino Unido y Estados Unidos quieren llevar un proyecto de texto en las próximas horas. Sin embargo, se mostraron cautelosos en cuanto al tipo de medidas que podrían adoptarse para asfixiar al sátrapa en su reconquista de las zonas liberadas por los rebeldes de la oposición, y que podrían ser de orden económico, aunque París apoyaría también la idea de un embargo marítimo.
Decepción francesa
Desde el inicio, la posibilidad de acuerdo en torno al establecimiento de una zona de exclusión aérea se antojaba un mero espejismo. En el comunicado final, ni rastro de una eventual intervención militar, que fue descartada sin apenas posibilidad de negociación. «No he logrado convencerles», declaraba con pesimismo por la mañana el ministro francés de Exteriores, Alain Juppé, que presidía la cumbre. «La situación actual es que Gadafi marca puntos» dijo, lamentando que la ausencia de quórum haya impedido a la comunidad internacional dotarse de medios militares para evitar la previsible caída de Bengasi, bastión de la oposición. Tanto París como Londres habían apostado la pasada semana por efectuar «bombardeos selectivos» de objetivos estratégicos de Gadafi como los aeropuertos militares. Sin embargo, Alemania se opone al uso de la fuerza por temor al desencadenamiento de «una guerra que debilite la democratización en África del Norte», mientras Rusia prefirió pedir más precisiones a la Liga Árabe sobre su apoyo a una eventual restricción aérea en territorio libio. Por su parte Estados Unidos mantuvo la misma indefinición que en el Consejo de Seguridad de la ONU en donde, según el ministro galo, existe bloqueo porque «China no quiere ni oír hablar de una resolución que implique la injerencia de la comunidad internacional en los asuntos de otro país».
Mientras, en el terreno las fuerzas de Gadafi consiguieron rodear ayer la ciudad estratégica de Ajdabiya, a unos 160 kilómetros al sur de Bengasi, sometiéndola a un intenso bombardeo aéreo y fuego de artillería terrestre, accediendo así a algunos barrios periféricos del éste. Los insurgentes, que aún controlaban el centro, se replegaron hacia el núcleo urbano preparándose para un previsible combate callejero. La toma de Ajdabiya es clave porque supondría un punto de inflexión en el conflicto permitiendo a las fuerzas gadafistas cercar a los rebeldes.
Washington negocia con los rebeldes en París
La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, mantuvo ayer en París el primer contacto de alto nivel del Gobierno de Washington con un representante del Consejo Nacional de Transición Libio (CNTL). En la reunión se trató la posibilidad, luego confirmada por el propio presidente Barack Obama, de dar apoyo político, económico y humanitario a los rebeldes. Aun así, el encuentro, mantenido en un hotel, terminó sin el cierre de un compromiso. Fuentes norteamericanas precisaron que, aunque no se reconoce al Consejo de Transición libio como un «gobierno en el exilio» ni como el nuevo interlocutor legítimo del país, «se toman en serio las demandas» realizadas por sus representantes.
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