Combates

Las 1477 vidas hundidas con el «Castillo Olite»

En la mañana del 7 de marzo de 1939 el vapor "Castillo Olite"se acercaba confiado al puerto de Cartagena. En sus bodegas, más de 2.000 soldados pertenecientes al ejército de Franco esperaban ansiosos la entrada en una ciudad que creían ganada al enemigo. El silbido cercano de un proyectil debió de helarles la sangre... Inmediatamente después, otro proyectil impactó en la bodega en la que transportaban la munición, reventando al buque, que se hundió en pocos minutos llevándose consigo la vida de 1.477 militares, en lo que constituye la peor tragedia de la España marítima contemporánea.

La última foto del «Castillo Olite», tomada a la salida de Castellón un día antes de su hundimiento
La última foto del «Castillo Olite», tomada a la salida de Castellón un día antes de su hundimientolarazon

El Olite había sido requisado un año antes, cuando fue detenido frente a Gibraltar bajo pabellón soviético intentando burlar el bloqueo. Incautado por los nacionales, pasó a formar parte de un convoy de 30 barcos y 25.000 soldados que Franco envió de manera urgente a Cartagena cuando supo que en la noche del 4 de marzo un contingente militar se había levantado en armas y arrestado al coronel Galán, representante del gobierno republicano en la ciudad. Encabezaba la rebelión el general de Infantería de Marina José Barrionuevo, que inmediatamente informó a Franco de que había tomado el control de la ciudad y que necesitaba fuerzas para conservarla. Al mismo tiempo ordenó al almirante Buiza la partida inmediata de la Flota Republicana, so pena de abrir fuego sobre los barcos con los cañones que defendían la ciudad.

El mayor de milicias Artemio Precioso mandaba la brigada 206 y se encontraba en Cartagena con Galán en el momento de la sublevación. Cuando supo del levantamiento de Barrionuevo consiguió escapar, se puso al frente de sus hombres, que vivaqueaban no lejos de allí, y marchó sobre la ciudad. A mediodía del domingo día 5, mientras los hombres de Precioso peleaban con los de Barrionuevo por las calles de Cartagena y la Flota Republicana zarpaba con rumbo desconocido, el "Olite"era despachado desde Castellón. Los soldados embarcados, la mayoría gallegos, creían que la ciudad estaba conquistada y navegaban bromeando y cantando al son de sus gaitas. Por fin habían alcanzado el anhelado final de la guerra. Los hombres de Precioso estaban muy bragados en combate y desde el principio se vio claro que podrían con los sublevados. Barrionuevo seguía reclamando apoyo a Franco, insistiendo en que tenía el control de la ciudad. Sabía que la Flota Republicana interceptaba sus comunicaciones y quiso engañar al almirante Buiza, pero, en realidad al que engañó fue a Franco. Ésa fue la razón principal de que el convoy sobre Cartagena se despachara de manera urgente y precipitada. Después de varios intentos infructuosos de desembarcar las tropas del convoy que se iban concentrando frente a la ciudad, y visto que Precioso había conseguido sofocar la sublevación de Barrionuevo, Franco dio orden de cancelar la operación. Un buque lento y sin comunicacionesEl "Olite"era un buque lento y carecía de comunicaciones, de modo que continuó confiadamente su navegación rumbo a Cartagena sin que nadie pudiera advertirle de que navegaba directamente rumbo al desastre. Desde la mar, la entrada en Cartagena puede entenderse como un enorme embudo al final del cual se extiende la ciudad. A babor y estribor del navegante se alzan respectivamente las lomas de la Parajola y de Aguilones, que en la guerra estaban coronadas por sendas baterías de artillería de costa. Para desgracia de los soldados embarcados, cuando el "Olite"apareció frente a la ciudad, la Parajola ya había sido reconquistada por los hombres de Precioso, pero no así la batería de Aguilones, desde donde los soldados celebraron la llegada del barco agitando banderas nacionales, persuadidos de que representaban la punta de lanza de la ayuda que esperaban. Por su parte, convencidos de que Cartagena había caído, los soldados del "Olite"respondieron al saludo desde las cubiertas del barco agitando las teresianas. Coincidiendo con el izado a bordo de la bandera falangista, sus cantos de guerra llegaron a las alturas de la Parajola, donde el capitán al mando de la batería ordenó abrir fuego sobre ellos.La mayor parte de los soldados murieron ahogados en las bodegas, aunque otros muchos fueron víctimas de la explosión. La mayoría no sabía nadar, y en todo caso tampoco podían hacerlo con los miembros rotos o amputados. Algunos de los afortunados que consiguieron sobrevivir agarrados a los restos que flotaban sobre el agua eran tiroteados por los milicianos desde la costa. El barco quedó hundido frente a la isla de Escombreras y los pescadores locales pasaron la noche arrancando náufragos al mar. Todos los supervivientes coincidieron en que la mayoría debían la vida a la heroica actuación de estos hombres.Una cruz y coronas de floresCon su intensa carga de dramatismo e infortunio, el hundimiento del "Olite"fue un acto de guerra. Terminada ésta, se levantó una cruz en tierra y, sobre el palo de señales del barco que emergía de las profundidades señalando la húmeda tumba de los desafortunados soldados nunca faltaba una corona de flores; y a su alrededor era frecuente ver botes con familiares de los soldados muertos.Con el paso de los años los homenajes languidecieron y los monumentos que recordaban al barco y a los soldados muertos fueron desapareciendo. En 1952 el Estado, propietario del "Olite", decidió venderlo como chatarra a un empresario vasco que contrató buzos para dinamitarlo en el lecho del mar y extraerlo plancha a plancha. Los buzos contaban que fue una experiencia terrible. Con cada explosión aparecían centenares de huesos que eran sistemáticamente enterrados en el cementerio de Cartagena hasta que del barco quedó únicamente la quilla. Sin la protección de los mamparos, las fuertes corrientes de la zona no tardaron en cubrirlo de fango.Más recientemente, con ocasión de las obras de extensión del muelle de la refinería de petróleos de Escombreras, los últimos restos han quedado cubiertos por cientos de miles de toneladas de roca y cemento. Donde quiera que moren las almas de los 1.477 jóvenes soldados muertos en sus cubiertas o ahogados en sus bodegas, reciban con estas letras un emocionado homenaje a su recuerdo. Descansen en paz.