Trípoli

Embajada Repsol

La Razón
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Se me acaba de derrumbar el tópico de que una macro empresa es un ente frío que se mueve en el ámbito mercantil y no tiene rostro humano. Repsol acaba de demostrar lo contrario con la operación especial que puso en marcha para sacar del infierno de Libia a sus trabajadores y familiares. Pensó antes en ellos que en los intereses materiales, que siempre se les suponen muy elevados a compañías de esta magnitud. Antes de que la embajada en Trípoli cayera en la cuenta de que había españoles en esa ciudad de alto riesgo, Repsol ya había esbozado un plan de evacuación de los mismos. Antes de que el Gobierno de España se planteara la posibilidad de enviar un avión de las Fuerzas Armadas para traerse a los españoles, la petrolera española ya había sacado en vuelos privados a las mujeres y los hijos de los españoles en Trípoli, y antes de que el gabinete de crisis de Zapatero se planteara enviar un avión oficial al país para sacar a los españoles, Repsol traía de regreso a sus trabajadores y a otros que, no siéndolo, por el hecho de ser españoles tuvieron plaza en el avión. Y en Barajas eran recibidos por el propio presidente de la compañía, Antonio Brufau.

Mientras que la embajada española en Trípoli ni aparecía, ni se la encontraba; mientras en España el gabinete de crisis ni se reunía ni era convocado, Repsol hacía gala de un alto sentido de la responsabilidad, se convertía en la auténtica embajada española para sonrojo de algún diplomático escondido en su propia incompetencia. Se ha demostrado que una empresa es grande no sólo por lo que produce, por lo que gana, sino por el sentido de la responsabilidad con sus propios trabajadores.