Perú
Perú y la incógnita de Humala
Tras una campaña electoral que ha evidenciado la polarización ideológica y política que existe en Perú, el nacionalista de izquierdas Ollanta Humala ha ganado las elecciones presidenciales con un margen muy ajustado: el 51,27% de los votos frente al 48,72% que ha logrado su adversaria Keiko Fujimori, lo que le convierte en el primer gobernante peruano de izquierdas elegido en las urnas. Lo único que tenían en común ambos candidatos es un marcado discurso populista, que en el caso de Humala se iba radicalizando, hasta llegar a convertirle en un discípulo aventajado de Hugo Chávez, aunque en el tramo final de la campaña, cuando se veía con posibilidades de ganar, optó por la moderación. No se puede obviar que, para la mayoría de los peruanos, con la excepción de los indígenas que apoyan a Humala, su triunfo es un mal menor ante la perspectiva de que la hija de Fujimori accediera a la presidencia, por lo que ha habido muchos más votos contra Fujimori que pro Humala. El líder de Gana Perú llega al poder con la intranquilidad y la incertidumbre de los mercados y de los inversores nacionales y extranjeros. Sus buenos resultados en la primera vuelta, y su triunfo final, han sido muy mal recibidos por los mercados: tras conocerse los resultados, ayer se cerró la Bolsa de Lima después de bajar casi un 9%. También cayó el valor de los bonos soberanos y la moneda nacional se depreció. Y es que su discurso nacionalista de izquierdas e indigenista que optaba por un modelo de Estado extremadamente intervencionista hacía zozobrar la bonanza del país. Cabe subrayar que Humala hereda un Perú con una economía sólida. El crecimiento económico en 2010 fue del 8,7% gracias a las políticas neoliberales de las dos últimas décadas. Este incremento tan significativo ha propiciado en los últimos años una baja inflación, equilibrio presupuestario y un banco central al margen de cualquier control político. Está en manos de Humala no dilapidar estos logros y articular un modelo que sirva para potenciarlo, eso sí, siendo plenamente consciente de que esta buena situación económica tiene que servir para paliar el 60% de pobreza de los indios de las zonas andinas. Humala se debate entre la deriva nacionalista de izquierda, ya conocida y encarnada en estos momentos en el caudillismo de Chávez –cuyas teorías abrazó con entusiasmo en las elecciones presidenciales de 2006, en las que perdió–, Morales y Correa o mirarse en el espejo de una izquierda más acorde con los tiempos representada por Lula da Silva o el uruguayo José Mujica. Todo apunta a que se decantará por esta segunda opción, ya que durante la campaña electoral ha sido asesorado por hombres del entorno del ex presidente brasileño. Es de esperar que Humala haga una gestión tranquila en Perú, con unas reformas que se caractericen por la moderación. No tiene que hacer una política continuista necesariamente, pero tampoco debe caer en delirios ultranacionalistas como promover una economía nacional de mercado interno desdeñando la inversión extranjera o nacionalizando sectores claves de la economía. Perú ha vivido un notable avance en los últimos años y Humala no se puede convertir en una rémora para el país.
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