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Blues del calzado

La Razón
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Dicen los sondeos de opinión que la gente de la calle tiene mal concepto de los políticos, odia a los banqueros y desconfía de la Justicia. Me pregunto cuánto tiempo pasará antes de que la gente le vuelva la espalda a la Prensa por considerar que ya no refleja la realidad de un mundo en el que la mendicidad amenaza con apoderarse de la clase media e incluso son más pobres los cementerios. Los periódicos se resienten de sus crecientes costes de producción y de la decadencia de la facturación publicitaria. Eso lo saben bien los editores y sus contables, que tampoco ignoran que por el camino que vamos, el cierre de un periódico acabará siendo la dramática noticia que ocupe toda su portada antes de que alguien afloje con amargura la última bombilla y quede para siempre a oscuras lo que durante tantos años parecía un inexpugnable santuario de la verdad. Nos preguntaremos entonces si hicimos cuanto se podía haber hecho para evitar la catástrofe. Diremos que no fuimos responsables de los costes, ni de la caída de la publicidad y estaremos por completo seguros de que la liquidez de la empresa en realidad no se resintió por culpa de nuestros salarios. ¿Y no diremos nada acerca de esa cobarde pereza profesional que al recluirnos en las redacciones nos ha alejado de la calle? ¿Nos desentenderemos de nuestra responsabilidad por no haber sabido conservar intacto el ideal de una profesión que no estaba pensada para ser puesta al servicio de otro empeño que no fuese el de contar los hechos sin más criterio que el del respeto a la verdad, aunque la verdad fuese sólo la que nos permitiesen nuestros propios ojos? ¿Y que nos contestaremos al darnos cuenta de que fuimos nosotros, sólo nosotros, quienes por ganarnos la proximidad de los políticos o de los banqueros le dimos la espalda a la peluquera, al barman o al chofer del ministro? ¿Cuánto tiempo esperaremos aún antes de ponerle remedio a la perversión profesional que supone que la gente de la calle no se vea reflejada en nuestras páginas? ¿Cómo explicarle a nuestros lectores que los periódicos le dediquen al estilismo y a la gastronomía los esfuerzos y el espacio que para si demandan esos miles de personas que dudan si gastar en el quiosco el dinero que les costará la cerveza que les ayude a olvidar que la prensa se olvidó de ellas? ¿Cómo explicarles que les dimos la espalda en el tiempo más dramático de sus vidas, en el momento en el que cada día miles de españoles descubren con espanto que sus heces ya ni siquiera tienen la consistencia necesaria para atascar el retrete? A mi no me gusta el periodismo que se hace. Me inquieta el futuro que nos espera. No puede ser bueno que por haber desertado de la calle, a los periodistas les dure tanto tiempo el calzado.