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Barcelona

Detalles por Julián Redondo

La Razón
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El rival, malherido, de rodillas, casi implorando piedad, el toque final, la conclusión del martirio que la diferencia de presupuestos entre uno y otro contendiente convierte en penitencia secular. El Rayo, vencido en casa, zarandeado por una plantilla que no permitiría siquiera jugar un amistoso con ella a uno de los suyos. Todos son profesionales, pero no todos caben en el mismo cajón. La diferencia es abismal, ni la unión del Cañón del Colorado con la Barranca del Cobre ofrece una idea precisa del abismo que separa al todopoderoso Barça del humilde Rayito. El 0-7 es un dato; el bailecito de Alves y Thiago celebrando una puntilla carnicera, algo peor que un bajonazo, una burla. Pero pidieron perdón; ambos se disculparon después de que Puyol les reprobara y Guardiola les llamara la atención en la sala de prensa. Son detalles, malos y buenos. El de Thiago es un pecado de juventud; lo de Alves, su habitual falta de respeto al adversario. Ofende cuando se revuelca sin que le toquen porque intenta convencer al árbitro de que le han matado. Alves es un futbolista excepcional y un deportista deplorable. Finge, hace trampas. A Guardiola, que a veces se excede con el buenismo porque no mea colonia, seguro, detalles así le desmoralizan y, tras cuatro años, confiesa que le faltan energías para erradicarlos. Por eso se va del Barça; por eso y, quizá también, si fuera verdad, porque Messi padece ataques de estrella. Acusan en Barcelona al mejor jugador del mundo de espetar a Alexis: «¡Llevas seis meses aquí y todavía no sabes pasarme la pelota!». A Pep se le estaba envenenando el vestuario.