Fotografía
Se puede ser artista y feliz por Francisco NIEVA
Muy pronto tuve la intuición de que sólo aspirando a ser un «artista menor» con el trabajo asegurado se puede ser «artista y feliz». Cuando, por fatalidad, el sujeto tiene superiores aspiraciones y debe someterse a un jurado de evaluación, comienzan los problemas. Cuanto más alto pique, más se le puede discutir y aun tener la desdicha de escribir para una exquisita minoría. Su relación laboral es conflictiva y tormentosa. Son numerosos los casos de creadores que se adelantan a su tiempo con las consiguientes dificultades de comunicación y falta de reconocimiento temporal. Aislamiento, humillación... ¡Vade retro! Advertido por lecturas sobre las eminencias del arte, deduje que ser un «gran artista» es de lo menos deseable por quienes aspiran a ser felices en su trabajo, deleitándose en él, integrados a un sistema productivo seguro. Por ejemplo, practicando un arte de consumo que, dentro de sus límites, puede complacer la necesidad de libertad e independencia que el sujeto se ha marcado, pero «sin pasar jamás a mayores». Incluso puede darse pisto, porque nadie está libre de vanidad. Sólo con saber que es escritor de relatos policíacos o sentimentales, «que vende», ya se ha granjeado una respetabilidad. Va de lo mismo si se trata de un pintor secundario, de género, de retrato social. Asimismo admirado y respetado por esa clase demandante, que le ofrece horizontes ilimitados y trabajo para toda su vida. ¿Qué decir del buen diseñador de moda o publicitario de logos ? Me cansaría de traer a colación ejemplos de felicidad y trabajo artístico bien remunerado y seguro. El problema reside en la suposición de que Ágata Christie quisiera competir con Joyce, tan feliz como fue haciendo lo suyo. Comparemos esto con el martirologio de artistas como Poe, Rimbaud... Pero más envidiables y numerosos son los modestos que pueden ser felices pintando abanicos, inventando muebles, ilustrando libros... Paradójicamente, nada más gratificante, anímica y económicamente, que esta noble modestia que nos asegura la felicidad.
Francisco Nieva, de la Real Academia Española
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