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La seducción en latín sin subtítulos

El medievalista Juan Gil ingresa en la RAE con un original discurso dedicado a los donjuanes de la historia

Juan Gil reivindica «el latín del siglo XXI» en su discurso de ingreso en la RAE
Juan Gil reivindica «el latín del siglo XXI» en su discurso de ingreso en la RAElarazon

Dice que ya los latinistas no muerden. «Tenemos una fama injustificada», asegura el filólogo Juan Gil Fernández (Madrid, 1939) justo antes de ingresar en la Real Academia Española (RAE), para ocupar el asiento «e», vacante desde el fallecimiento de Miguel Delibes. «Somos serios pero no somos dinosaurios, aunque sería una manera de revivir el latín: que pareciera un latinista fosilizado como un dinosaurio», y ríe antes de desmenuzar la etimología de la palabra «dinosaurio». No lo puede evitar. Es la pasión por el lenguaje.

Para su discurso de ingreso, plagado de cornudos y mujeres engañadas, ha elegido la seducción como tema porque buscaba «unir en un tema las dos vertientes de la literatura clásica y la española». Así que del lado hispánico está «el burlador de Sevilla», Don Juan, y del clásico… «Hay muchos: desde Zeus, que era el gran seductor, el que lo conseguía todo, a otros más terrenales, como César. Pero si hay que buscar un verdadero parangón ese sería Paris». Para el latinista, el amante de Helena es la mejor comparación porque «siempre está insatisfecho». «El amor nunca se le acaba, y tiene la mala suerte de encontrarse con la que sería la primera ‘‘femme fatale'' de la historia. Con una mujer así, ni siquiera el burlador puede», afirma el filólogo.

En su discurso de ingreso, Gil rastrea la pista de las lenguas y la cultura clásica en la literatura hispánica ciñéndose al mito de Tirso de Molina, pero asegura que existe en todas nuestras letras. «Hay que tener cultura clásica para entender y apreciar a Góngora, eso es evidente, pero un poeta tan asequible como Lope de Vega no se comprende sin un trasfondo de conocimientos clásicos. Y eso dificulta el conocimiento de nuestros propios clásicos hoy». ¿Hasta qué punto? «Es lo que nos pasa si vamos al Prado. Puede que, si perdemos el conocimiento del mundo clásico, no podamos entender a Rubens, no sabremos lo que quiere decir. Incluso podemos dejar de entender a otro pintor más actual, como Picasso».

Entender la historia
Gil, experto medievalista y de las derivaciones del latín que hablaban los visigodos y los mozárabes, y hablando de burlados, dice «sentirse mal» por el papel que se le da hoy a su disciplina. «El latín ha vertebrado nuestra manera de pensar: desde el derecho hasta el arte. Vivimos todavía en la antigüedad grecolatina, y si se llega a romper ese lazo, es muy difícil de recuperar luego. Nos paseamos por la calle y vemos inscripciones en latín, hechas para que la gente las lea en la Puerta de Alcalá o en el Rastro. Eso es parte de la propia historia, no de la de los romanos o los griegos, sino de la nuestra», sostiene, aunque no se deja llevar por la amargura, sino que piensa que «el mundo clásico, ni va a morir hoy ni mañana ni nunca porque es un valor eterno, de ahí no podremos salir. El problema es que no comprenderemos una parte de nuestra historia, ni a una parte de los españoles de 1800, por ejemplo».

También perderemos el alma del castellano. «El español de hoy es el latín del siglo XXI. Seguimos hablando un latín con elementos germánicos, árabes, italianos... Sí, es un latín evolucionado, pero el latín también incorporó de otras lenguas», dice el experto, que llama la atención sobre otro hecho: «En España y en Italia tenemos las ruinas, los monumentos, hacemos del latín una experiencia vital cotidiana. Pero en Oxford o Cambridge también hay tradición, y ellos, además, tienen bibliotecas, recursos e interés por la cultura clásica», apunta. «Estamos imitando a Estados Unidos en la enseñanza, y eso es un problema porque su cultura sí es diferente de la nuestra». Su próxima misión será «lo que le ordenen». «El Diccionario Histórico sería un bonito reto, pero, por el momento, me encuentro en el limbo académico».


Escuela milagrosa
El helenista Francisco Rodríguez Adrados, que avaló la candidatura de Juan Gil, fue el que le dio ayer la bienvenida a la RAE por su «asombroso» conocimiento del latín que abarca el de Cicerón, los mozárabes y hasta el de Colón. Gil ha forjado una «escuela casi milagrosa» en España, a pesar de, según Rodríguez Adrados, ese «castigo bíblico que nos cayó: la reforma educativa». «Todo se agravó desde el 84. Me limito a recordar que los ministros Solana y Rubalcaba me decían que no iban a tolerar que a ningún español se le obligara a aprender latín». Y así fue, recordó Adrados.