Comunidad de Madrid
Baila Aguirre
Ella no baila sola; baila con su antagonista. Ella, Esperanza Aguirre, baila con Joaquín Sabina, porque bailar es soñar con los pies, y soñar en política es a veces bailar con los pies en el suelo. La derecha y la izquierda danzando al mismo son. Bailar pegados sí es bailar, pegados a la convicción de que por encima de las discrepancias ideológicas se puede danzar la misma melodía en un estado de libertades.
Joaquín Sabina recibió de manos de Aguirre, un premio que le había concedido la Comunidad de Madrid por su trayectoria artística. El de Úbeda, que empezó a mamar la música en los pasillos del Metro madrileño, habló de la gran dosis de democracia que suponen estos premios, «porque se le conceden a un cineasta que es presidente de la Academia del Cine, Álex de la Iglesia; a un músico de la ceja, como yo, y solo falta que den uno de estos premios a un controlador aéreo», cosa que dicho por Sabina tiene su gracia, pero que según está el horno no es para hacer chistes.
El caso es que Aguirre salió satisfecha del baile y de las palabras de su antagonista Sabina, y el cantante-compositor de Úbeda salió borracho de esa consumición de democracia a la que le invitó la presidenta regional, y convencido de que, aunque la ceja esté lánguida, no votará a Aguirre por mucho que le agradezca el premio y que fuera su pareja de baile durante unos cuantos acordes. No les dieron las diez, ni las once, ni las doce, la una y la dos. Sólo fueron unos segundos para perpetuar en una foto simpática el baile del músico y la política. Un paso a la derecha, otro a la izquierda, adelante y atrás. La yenka castiza de Madrid.
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