Irán
Siria hacia el abismo por Manuel Coma
Aparentemente todo es lo mismo desde mediados de marzo. Unos protestan y otros disparan contra ellos. Pero la cuenta de muertos va aumentando. Ahora está entre 5.500 y 7.500. No hay información fidedigna. En el país apenas hay Prensa extranjera. La retirada de los embajadores occidentales significa el apartamiento de ojos indiscretos. Tras esa macabra monotonía, la inevitable evolución hacia peor continúa implacable. Poco a poco se ha transformado en una incipiente guerra civil. Algunos activistas han conseguido armas, sin duda de los países vecinos, y soldados sunitas desertan del Ejército llevándose su fusil. Desde el verano, también caen defensores del Gobierno. Pero ese Ejército de la Siria Libre no es rival de las fuerzas del régimen.
Mucha ayuda tendría que recibir para que pudiera hablarse de auténtica guerra civil. Tanta como para que el peso del combate recayese sobre tropas de intervención. Cada vez lo pide más gente en el Oeste, tanto por razones humanitarias como estratégicas.
La renuencia en las capitales es casi absoluta, pero se ven impelidas por la necesidad de «hacer algo». De condenas vamos bien. En acciones prácticas aún no hemos empezado. La cuestión es que tanto unas razones como otras son vidriosas. Cualquier tiro puede salir por la culata. La empresa es mucho más difícil que la llevada a cabo en Libia, cuyo resultado tampoco está siendo como para animar a una nueva aventura, aunque se puede argumentar que peor hubiera sido dejar a Gadafi que cometiese una masacre en Bengasi. El peligro no es sólo adentrarse en un pantano bélico de arenas movedizas. El problema es que hasta el éxito con las armas puede ser contraproducente. El premio estratégico de la caída del aliado clave de Irán puede ser contrarrestado por la instauración de un régimen islamista radical que no tenga nada que envidiar a los talibanes. Un régimen tal ahogaría el argumento humanitario en un mar de sangre de desquite por tantos años de durísima imposición, coronados por los métodos represivos de los últimos meses.
El continuo descenso hacia el abismo de la mortífera espiral siria está dominado por la dinámica del terror de cada bando hacia el contrario. Los que se han lanzado a la calle y sobre todo los que desde la más estricta clandestinidad saben que la derrota significa inexorablemente la muerte para ellos y sus próximos. Los protagonistas del sistema, los que ejecutan sus órdenes e incluso los que los apoyan están convencidos de lo mismo si el resultado del conflicto les es adverso. En ambos lados se trata de matar o de que nos maten. En el 82 cercaron la rebelde Hama y masacraron a más de 10.000. Ahora parece que han empezado a hacerlo con Homs.
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