Europa

Bruselas

Son tan malos en el BCE por Michele Boldrin y Juan Francisco Rubio Ramirez

El reto de España en los próximos meses es recuperar la credibilidad como país

Son tan malos en el BCE por Michele Boldrin y Juan Francisco Rubio Ramirez
Son tan malos en el BCE por Michele Boldrin y Juan Francisco Rubio Ramirezlarazon

¿Por qué el Banco Central Europeo no interviene en los mercados (de manera mucho más contundente de lo que ya no ha hecho y pueda hacer) comprando deuda española hasta llegar a reducir nuestros tipos de interés y estabilizar los mercados? En estos días muchos españoles se hacen esta pregunta y algunos llegan hasta a calificar al BCE como un «banco clandestino» y de augurar una Europa «mucho más federal [y] mucho más solidaria». ¿Es ese, el BCE y su falta de voluntad de intervenir en nuestra ayuda, nuestro verdadero problema? ¿Es correcto pensar que existe una solución rápida y relativamente poco costosa para nuestras dificultades financieras? ¿Una solución que Draghi se niega adoptar por razones o bien oscuras o bien de egoísmo de los países del norte de Europa? Reflexionemos un poco. Varios son los problemas con esta supuesta solución, pero dos son los más importantes.

El primer problema es puramente del tamaño de la intervención que se invoca. La deuda soberana española es, más o menos, de un billón de euros y la italiana (que también atraviesa momentos muy difíciles en los mercados y que pide exactamente el mismo trato) es de dos billones. Tampoco podemos olvidar que Irlanda, Grecia y Portugal, que son países relativamente pequeños, llegan a casi otro billón y seria difícil justificar ayuda para España y/o Italia cuando no se hizo para ninguno de los tres. Sumando, llegamos a los cuatro billones de euros. Para ponerlo en contexto usemos la economía de los EE UU que tiene un tamaño comparable a la de la zona del euro. La muchas intervenciones del banco de la Reserva Federal desde el 2008 (es decir unos cuatro años) suman unos dos billones de euros. Las intervenciones del BCE solamente en los últimos doces meses (que han ido casi totalmente a deuda soberana de países del sur de Europa) suman alrededor de un billón y no parecen haber hecho mucha diferencia. Si agregamos las que se hicieron desde el principio de la crisis estamos a los niveles de EE UU. ¿Es realista, entonces, pensar que el BCE pueda empezar otro plan de compra de bonos soberanos del tamaño que se pide en un plazo de pocos meses?

El segundo problema es de credibilidad. A pesar de los ajustes de la semana pasada, la verdad es que aún no hemos terminado con nuestros deberes, que hemos empezado muy tarde en hacerlos y que no hemos anunciado algún plan orgánico de los deberes que vienen y queremos hacer. Nunca recordaremos lo suficiente que el anterior Gobierno había negado la realidad de la crisis por 5 largos años. Pero tampoco podemos evitar mencionar que la tardanza en tomar la decisión de realizar los ajustes por parte de este Gobierno, las «sorpresas» que siguen llegando desde las autonomías, la falta de planes de reformas estructurales y, desde la semana pasada, también el ruido que llega desde las calles son factores que están dañando seriamente nuestra credibilidad. No solamente frente a los operadores internacionales sino también de los nacionales: es español el dinero que desde hace un año sigue saliéndo de España.

Nos gustaría reflexionar también sobre la última petición, la de una Europa más federal y solidaria. ¿Que implicaría una Europa más federal? En primer lugar que nuestro, presupuestos se cocinarían en Bruselas y no en Madrid, con una grave y sustancial pérdida de independencia nacional. En segundo lugar, implicaría ajustes fiscales muy duros, mucho más duros de los que este Gobierno ha ido adoptando. La palabra «federal», que parece haberse puesto de moda en Europa en los países con problemas, implica, allí donde se aplica, que los estados miembros de la federación no pueden emitir deuda. O sea: cuando caen los ingresos, los gastos se recortan de inmediato y brutalmente. En el contexto de una Europa federal, una reforma en profundidad de nuestras pensiones y del financiamiento de nuestro sistema de salud para garantizar su solvencia futura sería requisito necesario (y puede que no único) para pertenecer al club. De hecho, el memorándum que firmó nuestro ministro de Economía ya exige algunas de estas medidas para garantizar una mayor prudencia fiscal en el futuro, como la creación de una institución fiscal independiente que supervise de forma rigurosa nuestras cuentas publicas.

El deber de un banco central es ayudar a quienes sean ilíquidos, no a quienes están quebrados o estén haciendo todo lo posible para estarlo. Es responsabilidad del gobierno de la nación asegurarse que todas nuestras administraciones sean solventes (por desgracia algunas, como por ejemplo las autonomías, no lo son y estas medidas, por llegar algo tarde, puede que no aseguren la solvencia del resto de administraciones). Pero también tiene responsabilidad la oposición. Estos señores gobernaron hasta hace 9 meses y dejaron la economía y la finanzas publicas españolas hechas un asco. No es posible que sean ellos mismos, ahora, quienes agitan, de manera populista e irresponsable, las calles para que se opongan a los, todavía demasiado pequeños, recortes. La tardanza, las autonomías y las manifestaciones están incrementando la incertidumbre sobre si el Gobierno será capaz de cumplir con los objetivos de déficit. Esta incertidumbre cuenta y ha destrozado nuestra credibilidad. EL BCE no puede permitirse ayudar a un país que no tiene credibilidad, porque vive de su propia credibilidad. Tenemos que hacer lo posible para volver a recuperar nuestra credibilidad como país, este es el reto de España para los próximos meses.


Michele Boldrin
Catedrático de University in Saint Louis (Investigador de FEDEA)
Juan Francisco Rubio Ramirez
Catedrático de Duke University (Investigador de FEDEA)