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Sin anuncios

La Razón
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Marina, muy jovencita, cuerpo escultural, todas las tarjetas./ Belinda, ojos verdes, pechos grandes, todo lo que tú quieras. Sin preservativos. / Elena, francés, griego… Deja volar tu fantasía. Precios contra la crisis. Recibo en casa… Podría llenar este artículo con reclamos de sobra conocidos. Son anuncios de prostitución. Y en ellos, no sólo se esconde el intercambio de sexo, también la posibilidad de que sea una menor la que lo practique, de que se atente contra la salud y naturalmente de que se defraude a Hacienda… Sin embargo, y pese a todo, son anuncios legales. Cuando Zapatero dijo que deberían eliminarse el gremio de editores alegó que eso sólo debería acontecer si se prohibiese la prostitución. Pero evidentemente su interés no era que tal cosa ocurriese, sino no dejar de percibir los beneficios que recibe de tal publicidad (unos 40 millones de beneficios anuales). Sin embargo, es público y notorio que ese dinero proviene de un submundo en el que viven esclavizadas en nuestro país unas 400.000 mujeres. ¿Qué es lo que pasa, que aunque sepamos que es casi imposible erradicar la prostitución no podemos luchar contra el daño que causa a tantas personas? ¿Qué sucede, que tendremos que acostumbrarnos a que hay quien es capaz de contar desde sus páginas la tragedia que se esconde tras una red de prostitución, mientras le hace hueco a los anuncios de meretrices y proxenetas para engordar sus sacas? Este periódico en el que trabajo no publica anuncios de prostitución. Y yo me siento orgullosa de ello.