Artistas
Un tipo aplomado
He sentido siempre admiración por los hombres tranquilos que ni en los peores momentos pierden jamás la compostura. Conviene no confundir a esa clase de hombre con el tipo acobardado y taciturno que evita los problemas por temor a enfrentarse a ellos. El hombre aplomado que me gusta es el que, sin rehuir la lucha, evita a toda costa el forcejeo, el tumulto, el sudor, porque por su sentido de la elegancia no concibe que trasciendan en su camisa las manchas que por lo que sea haya encajado en su honor. Bien sabe esa clase de hombre que ,aunque no marque con un hematoma la cara del otro, una frase puede resultar más demoledora que el puñetazo al que sustituye. David Niven no parecía un hombre especialmente dotado para la pelea y sin embargo a mí siempre me ha dado la sensación de ser capaz de aplacar la furia de sus contrincantes con una frase que pareciendo amable hasta puede que resulte dolorosa. Si uno se fija bien en la contención de sus interpretaciones cinematográficas, comprenderá que David Niven parece capaz de gritar sin que el volumen le despierte la voz, con flemático enfado gutural, y sin abrir la boca, que es como se dice que bostezan los portugueses, ese pueblo tan británico y tan contenido que no concibe que un golpe pueda hacer más daño que una reverencia. El actor británico tenía empaque, esa cualidad que consiste en que en el transcurso de una discusión durante la cena un hombre no se dé por aludido hasta haber degustado lentamente el postre. Sólo al final, y mientras su acompañante trata de sacarle de sus casillas, el tipo con empaque zanja el asunto con una sugerencia tan correcta :como implacable; «Por mi actitud contenida habrá observado usted que soy un hombre tranquilo y generoso. Si desea usted hacerme daño, caballero, sepa que lo conseguirá adelantándose a pagar la factura de la cena». Al final el tipo alborotado pagará la cuenta para demostrar su poderío y a una indicación del hombre tranquilo el maître pedirá por teléfono un taxi. Al final de una secuencia así, de la cena a día de hoy David Niven saldría tranquilamente a la calle con el porte de quien espera que el taxi sea sin duda un landó de seis caballos venido con el primer aliento de las monturas desde los albores del siglo pasado. ¡El bueno de David Niven! Si te fijas en cómo se contiene durante las memorables secuencias del comedor en «Mesas separadas», tal vez comprendas por qué a mí siempre me parece que un hombre aplomado está tan por encima de las flaquezas, que hasta podría quitarle el apetito la excesiva condimentación del hambre.
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