India

Gran balance de un festival que no para de crecer

El Festival La Mar de Músicas de Cartagena se encamina al tramo final de su XVII edición (clausura el sábado 23) con un magnífico balance de oferta artística y respuesta del público en sus conciertos y actividades en torno a la literatura y artes plásticas, con Italia como país invitado este año.

La Razón
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El festival está fuertemente consolidado, toma justa ventaja de la diversidad de sus escenarios (y adecua cada música a cada lugar) y ha establecido una fuerte conexión con locales y visitantes seguidores de sus conciertos. Si sus auditorios son especiales, no menos lo es un público con criterio y capacidad de enardecerse cuando el asunto lo merece. Tras el recital del gran Gino Paoli, comentaba a este cronista el trompetista Flavio Boltro: "El público estaba encendido. No había tenido una experiencia así desde hace años, en un concierto en India".
Las veladas centrales del festival tuvieron como protagonistas grandes voces venidas de todo confín. En el Parque de Artillería (domingo 10), donde no huele a pólvora sino a jazmín y las palmeras desafían la verticalidad, la angloegipcia Natacha Atlas dio un recital de ensueño, con su último disco, "Mounqaliba"como temario principal. Fuera de la modernitis de clichés pop occidentales y orientales que desplegó en su última actuación en Madrid, Natacha Atlas se presentó en formato acústico, con un septeto que incluye al violinista Samy Bishai, coautor de los temas, que parecen inspirarse en la gran tradición de la música egipcia de mediados del siglo XX, Mohamed Abdel Wahab y Riad el Sunbati, mientras la voz de Natacha sigue la senda de la gran libanesa Fayrouz y hasta de la clásica entre las clásicas: Om Kalsoum. También fantástica su versión de "Riverman", de Nick Drake.
La jornada siguiente se convocaba en la Catedral Antigua (a cielo abierto, entre la magia de las ruinas) donde el guitarrista y cantante Gianmaria Testa (acompañado de contrabajo y clarinete/saxo) dio un recital impecable, la conexión íntima, la poesía de la experiencia destilada por una voz que amansaría a los chacales.
El martes fue una de las noches supremas. De entre el público del Auditorio del Parque Torres alguien ofrendó a Omara Portuondo un ramo de rosas rojas. La cantante, que hasta en las entrevistas responde cantando, entonó "Dos Gardenias", con Chucho Valdés al piano, primer bis, público exaltado y remate final con "Guantanamera"como jamás la habíamos escuchado (y ya es difícil) y mutis con la audiencia marcando palmas. A sus 81 años doña Omara pertenece al género de las más grandes cantantes, las que abordan cada canción como un espacio distinto que interpretar. Así, puede cantar "Decídete"con un descaro juvenil que aún sabe conservar. O dramatizar cuando es el caso, como en "Esta tarde vi llover".
El concierto con el lema "Camarón, La Leyenda del Tiempo"
 se había programado en el antiguo parque artillero, pero ante el éxito en taquilla se trasladó al recinto de mayor aforo, en el Parque Torres. Homenaje al disco de Camarón que en 1979 dinamitó presupuestos y convenciones, que aflamencó mucha de nuestra música popular y abrió una amable puerta de entrada al gran arte jondo. Producción del Taller de Musics de Barcelona con dirección del guitarrista Chicuelo y las voces principales de Duquende y Silvia Pérez Cruz, ver en escena un disco cuyo temario Camarón expuso sólo dos veces en concierto resultó altamente estimulante. El respeto se conjugaba con las variaciones en la exposición de 8 de los 10 temas del disco. Y alguna resolución brillantísima. Si el album acababa en dúo, la voz de Camarón y el sitar de Gualberto, aquí la voz de Silvia Pérez Cruz se alió al baile de Rafaela Carrasco en la "Nana del caballo grande". Colosal.
En el mismo lugar, a la noche siguiente, otra de las cumbres de esta edición con el veterano cantante Gino Paoli, autor de uno de los grandes éxitos del verano de 1965 con "Sapore di sale", acompañado de una espléndida corte de jazzmen italianos: Flavio Boltro (trompeta), Danilo Rea (piano), Rosario Bonnacorso (contrabajo) y Roberto Gatto (batería). Desgranaron repertorio de sus dos discos ("Milestones"y "Un Incontro in Jazz"), que incluyen sus propios éxitos y estándares en diversos idiomas, incluido el bolero "Contigo en la distancia", del portorriqueño César Portillo de la Luz. Una magnífica lección de cuánto pueden aportar las sabidurías del jazz al temario popular de cualquier lugar.
Por un clásico de la patología veraniega este cronista no pudo acudir el viernes a la doble cita en el Parque Torres con Russian Red y Julieta Venegas. Recabada la opinión de bien diversas fuentes fundamentadas, el diagnóstico es unánime: Russian Red triunfó hasta entre quienes no la devocionan, mientras el sector Veneguista se sintió ampliamente defraudado por su Julieta.
Y el sábado doble sesión brasileña que recibió todo clamor. Arrancó Adriana Calcanhoto, quien crece como artista a cada visita, el gesto sencillo pero que llena el escenario, la voz que a veces susurra, el redescubrimiento de la samba a través de la exposición íntima. Luego, todos los galones para Gilberto Gil, el bahíano que venía con la música del Nordeste, el forró, el despliegue constante de una tremenda energía sin tregua a los 69 y una voz que no se perdió en los despachos. Entre las ocasiones en las que el auditorio Parque Torres deviene una marea humana en pie respaldando la firme apuesta de un gran veterano siempre dispuesto a emprender nuevas aventuras. Exaltante. Y sigue.