Feria de Bilbao

Juan José Padilla y Diego Urdiales se reparten la tarde

- Bilbao. Quinta de las Corridas Generales. Se lidiaron toros de Victorino Martín, desiguales de presentación. El 4º, extraordinario. El 3º, agradecido, exigente y complicado; 5º y 6º, malos; 1º, deslucido y 2º, tardo. Tres cuartos de entrada. - Juan José Padilla, de azul marino y oro, siete pinchazos, estocada baja (silencio); estocada (oreja). - Diego Urdiales, de azul y oro, estocada (oreja); pinchazo, estocada, dos descabellos (silencio). - El Cid, de azul y oro, pinchazo hondo, descabello (saludos); media (silencio).

Diego Urdiales en un natural al segundo de la tarde ayer en Bilbao
Diego Urdiales en un natural al segundo de la tarde ayer en Bilbaolarazon

El lendakari Patxi López y el alcalde de Bilbao Iñaki Azkuna asistieron al quinto festejo de las Corridas Generales. La plaza se puso en pie. No se arrepentirían después tal y como se dio la corrida. Se lidiaba el encierro de Victorino Martín con toros para quitar el hipo, otros poco entipados en su encaste y uno con la bandera de la nobleza, la fijeza y la gratitud para emplearse en el engaño sin rechistar. Fue el toro de la tarde, el cuarto, pero nadie diría que llevaba puesto el temido hierro de Victorino Martín. Bien podría haber llevado el de una ganadería más a favor del toreo moderno. Ni un amago malo hizo el animal ni una mirada a destiempo. Todo, de principio a fin, para elevar el toreo al altar. Juan José Padilla ya había tirado de cosecha de valor para ponerse a portagayola a recibirlo. Menudo mérito. El Cid y Pirri aguardaban cerquita, en el callejón, por si había que hacer el quite. Como un tren de cercanías salió el toro. Vino después una larga cambiada de rodillas, y unos lances airosos pero la media verónica fue la que paró el tiempo. Esa fuerza inicial del toro se atemperó, se ralentizó, para llegar a la muleta con todo el temple del mundo a cuestas. Parsimonia, entrega y una embestida descolgada que le dejó a Padilla recrear el toreo encajado y con relajo. Así venía la sorpresa. Y la espada. Y la faena. Y la oreja. Y la ilusión que habíamos depositado durante todo el trasteo.

Otra historia vivimos antes con Diego Urdiales. Qué mérito tuvo este torerazo. De oro macizo se antojó el trofeo. Sabía a recompensa grande después de brindarle el toro a Paula, que también tiene el valor tatuado en el alma y se lo planta de cara a la vida. Dejó Urdiales, firmó Diego los naturales más desgarrados de la feria. Largos, profundos, hondos. Atornillados los pies a la tierra, no importó nunca la dirección que tomara el toro, aunque fuera tardo, punto manso, aunque le costara definirse. Claro lo tuvo el diestro, y tragó, y sacó el agua del pozo, con una estética que arrancaba el olé sabiendo que no podías quitar la mirada de lo que estaba pasando en el ruedo. A cámara lenta, incitando al toro, arrancándoselo, muy encajado, asumiendo en cada envite la incertidumbre del futuro. Otro planteamiento hizo por el derecho, como de quien se mete en la cabeza el manual del toro, y se colocó cerquita para que la media arrancada le fuera suficiente para montar el muletazo. La suerte suprema resultó en sí un monumento. El quinto cumplió el patrón de alimaña reconocible en la casa y nada pudo hacer Urdiales.

Camino de serlo (alimaña) iba el sexto. El Cid lo intentó pero había mucha tela que cortar. El tercero en cambio tenía todas las complicaciones de la casa, muy mirón y exigente, pero era agradecido. El Cid estuvo en el camino de querer hacer el esfuerzo y se entonó más en el último tramo de la faena. Infumable fue el primero de Padilla. El que abrió una «victorinada» desigual, con dos orejas de peso. Todo bajo la atenta mirada del lehendakari, del alcalde... Bilbao en la plenitud de sus fiestas. Y en pleno corazón, los toros.


El cartel de hoy
Toros de El Ventorrillo para Enrique Ponce, El Juli y José María Manzanares