Valencia

Colmenar no se olvida de «El Yiyo»

Plaza de toros de Tavernes de Valldigna (Valencia), un imberbe y pueril niño salta de espontáneo al mismo ruedo, donde torean sus dos hermanos, Miguel y Juan. El descaro del crío cala en un público al que gustan sus maneras. La gente reclama que mate al novillo.

Colmenar no se olvida de «El Yiyo»
Colmenar no se olvida de «El Yiyo»larazon

En el tendido, el empresario de Gandía toma nota y lo anuncia repetidas veces ese mes. De ahí, tardes y tardes de novillero hasta tomar la alternativa en Burgos con tan sólo 17 años. La puerta grande de Madrid tampoco se resiste. Otro niño prodigio de capote y muleta. Figura en ciernes, mortalmente frenada en Colmenar Viejo en septiembre de 1985. Mañana se cumplen 25 años de la muerte de José Cubero «Yiyo».

El joven torero madrileño, aunque nacido al otro lado de los Pirineos, en Burdeos, fue herido mortalmente por un toro de Marcos Núñez, «Burlero», al entrar a matar por segunda vez. Cornada directa al corazón. Tan fulgurante como letal. «Un accidente», califica su hermano Juan Cubero. «Un toro que lo cogió y acertó en matarlo», añade apesadumbrado.

«Ni en su época –que la cirugía ya estaba muy adelantada– ni ahora habría habido forma de salvarle la vida, esa cornada fue un tiro al corazón. Aquel día cuando lo incorporamos del suelo, comprendí al instante, que mi hermano estaba muerto», lamenta con voz quebrada.

Un cuarto de siglo después, la vida sigue adelante, aunque su recuerdo esté «tan fresco como ayer». «Hay heridas que no se curan, sobre todo para los padres, sobrevivir a la muerte de un hijo es y sigue siendo muy duro, más aún si la persona era familiar y cariñosa como él», rememora Cubero resaltando que, al ser el hermano pequeño, ejercía un papel «protector» sobre Yiyo. «Lo echo de menos», concluye.

«Hemos tenido la suerte de tener un hermano y un hijo bueno y perfecto en todo. Llevamos tantos recuerdos suyos encima que es complicado sintetizarlos, pero, por su sonrisa y la inocencia de su forma de ser, todo el mundo se enamoraba de él cuando lo conocía a fondo», explica el banderillero ya retirado, que este año dejó las tareas de apoderamiento para trabajar como veedor para Morante y Cayetano.

Aficionado a la música, hogareño y con calado entre las féminas, pasión recíproca, Yiyo no sólo fue un empedernido conocedor del resto de matadores de toros sino que además imitaba a todos con maestría. Mente privilegiada incrustada por derecho propio en un cartel de toreros de fulgurante emersión, en la que aparecen nombres tan caros como Joselito «El Gallo», Luis Miguel Dominguín, Bienvenida, Joselito o El Juli más recientemente.

La hiel de la cogida le llegó en el peor momento. En plena cima de su carrera, cuando más ambiente tenía. Fruto del mismo, su inclusión en el cartel aquel fatídico 30 de agosto. Curro Romero fue baja y la empresa recurrió a El Yiyo para completar terna con Antoñete y José Luis Palomar. Tarde rematada para un cartel importante del momento. Desde entonces, el mundo del toro también ha sufrido una metamorfosis. En este caso, «hacia peor». «No en cuanto a los toreros, porque siempre ha habido figuras, pero sí en los sectores ajenos a él. La Fiesta ha sufrido infinidad de ataques. Antes ser torero era motivo de importancia y respeto, hoy en día, no es así y me consuela pensar que mi hermano no está aquí para ver como se le ningunea», asegura.

«Español íntegro que presumía de ello», así era José Cubero. Por eso, su hermano vive con indignación los acontecimientos que se suceden en Cataluña: «Había signos que apuntaban a ello, los políticos han hecho de los toros un aliado partidista al que no dudan en apuñalar, amparados en un cinismo grandioso».

Un veto impensable en los tiempos de El Yiyo. Veinticinco años atrás. Casi nada. Lances, percances, toros, toreros, sinsabores, triunfos, ilusiones... Caleidoscopio de imágenes que mañana cuando asome el pañuelo blanco, volverá a fundirse con El Cid, Castella y Talavante frente a toros de Los Bayones. Cartel de campanillas para que las campanas repiquen. Solemnes. Sentidas. Porque El Yiyo sigue en la rétina. Porque la memoria, a veces ingrata, sí olvida la verdad de la Fiesta.


La senda sin retorno de su hermano Juan
Más de 20 años a las órdenes de figuras como Joselito, pero Juan Cubero no ha regresado a Colmenar. Es más, pide disculpas al sugerirle el periodista la opción del coso colmenareño como escenario del reportaje. No ha emprendido de nuevo ese camino. Ni se ha ceñido el capote de paseo, ni ha visitado esa capilla antes de otro paseíllo. No sería uno más.

«Lo puse como condición a todos mis matadores, nunca torería en esa plaza», deja claro, padre de tres hijos, uno de los cuales coqueteó con recoger el testigo de su tío. Y es que pese a que siempre trató de alejarlos del gremio, el mayor se escapó a más de un tentadero.