Nueva York
El libro una gran opción de futuro por Pedro Alberto Cruz Sánchez
La apertura del nuevo establecimiento de La Central en Madrid constituye la mejor noticia cultural que haya vivido España durante los últimos meses. Todavía hay quien, frente a la tormenta, se arma del suficiente valor como para encontrar en la industria del libro una posibilidad de negocio. Abrir hoy en día una librería es una decisión rayana en el activismo, algo más que un solidario gesto de raigambre romántica que nos pudiera retrotraer a tiempos mejores en la evolución de la especie; se trataría, en verdad, de una ejemplar actitud de resistencia frente a la barbarie generalizada que nos invade y que amenaza con barrerlo todo. Pero no nos engañemos: entre las casi 3.500 librerías que se distribuyen a lo largo y ancho de la geografía nacional, la actualidad casi nunca viene marcada por las inauguraciones y el grito arengador de «vamos a por ellos». Son muchas las pequeñas librerías «de toda la vida» que han tenido que cerrar en los últimos meses y otras tantas cuya viabilidad corre serio peligro. En el sector del libro, el pequeño comercio especializado o con una oferta muy filtrada se ha convertido, por desgracia, en un anacronismo para el que no parece haber muchas posibilidades de redención a corto plazo. Es más, en un reciente viaje a Nueva York me sorprendió negativamente el hecho de que ST. Marks –uno de los buques insignia de las Humanidades en la Gran Manzana– y la siempre intensa librería del Whitney Museum habían quedado reducidas a su mínima expresión, sin apenas fondos, desvalijadas. Comprendí en ese momento que el fenómeno de «gran superficie» –causante de la ruina de la diversidad en otros sectores– había destrozado el corazón de la industria del libro a escala global y sin respetar la autoridad y el aura de mitos hasta ese instante indiscutibles.
Las librerías son como las galerías de arte: establecimientos cuya función va más allá de su mera labor comercial, e invade el terreno de la más auténtica difusión cultural. Quiere esto decir que hay que incentivarlas, protegerlas de un modo estratégico que permitan la consolidación de una apuesta firme e inquebrantable: la del libro como nuestra mejor opción de futuro.
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