Crisis económica
Para olvidar
La legislatura que muere es para olvidar. Nunca las cosas se hicieron peor. El legado es envenenado: la tasa de paro más elevada de la OCDE, una deuda pública y privada abultadísima, un déficit hinchado, una situación financiera más que delicada. En estos cuatro años se ha culminado una forma de gobernar que ha roto con los consensos básicos, ha sido sectaria y concluye en desastre. Nunca se cogió a un país tan bien para dejarlo tan mal. Hemos pasado de una prima de riesgo cero a 360 puntos. De tener una de las tasas de crecimiento más altas de Europa a una de las más bajas. La recesión asoma de nuevo la cabeza y las Administraciones están desfondadas, sin dinero para pagar, con dificultades para hacer frente a la nómina y a servicios esenciales como la Educación y la Sanidad. Era imposible imaginar una situación tan penosa. Cierto que el escenario mundial no ayuda, pero también lo es que las medidas adoptadas sirvieron, una tras otra, para acelerar la caída. Sólo se puede tachar de «irresponsable» una gestión que, conscientes ya de la que se venía encima, aprobó medidas como el regalo de los 400 euros, el cheque bebé, la nueva financiación hiper-generosa de las autonomías o un plan-E inservible que disparó la deuda y no dio respiro a las empresas. Al contrario, lo poco que había se derrochó en farolas y aceras, cuando si se hubiese destinado a pagar a las pymes al menos habría evitado el cierre de cientos de ellas.
El Gobierno de la improvisación ha sido un mal Gobierno. Bandazos con la velocidad en las carreteras, con la energía, incluso con los aliados parlamentarios. Empezó de la mano de la izquierda y acabó pactando una reforma de la Constitución con el PP. Algo que no sucede por casualidad, sino que es fruto del caos general de la legislatura.
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