Congreso Extraordinario del PSOE

El mal sueño del presidente

En su ideario tenía la retirada grabada a fuego antes de llegar a La Moncloa. Pensaba que ocho años era tiempo más que suficiente para hacer lo que debía de hacer, sin descuidar en exceso a la familia, uno de sus pilares. Por eso a ratos optaba por la prudencia y la discreción en torno a su salida de la política y a ratos por insinuar su resolución.

Zapatero tiene claro que volverá en enero a León con su familia
Zapatero tiene claro que volverá en enero a León con su familialarazon

En uno de esos últimos momentos, dejó caer su decisión con mayúsculas a dos periodistas en noviembre de 2007, tras la presentación de su biografía escrita por Suso del Toro. Tiempo después una de ellas se convirtió en su tercer secretario de Estado de Comunicación. Según confesó entonces, Sonsoles y él habían decidido que en 2012 volverían a su tierra natal. De hecho, el matrimonio había comprado un terreno en León y había encargado a un amigo personal de Miguel Sebastián el proyecto de la edificación de la residencia del futuro ex presidente.
En aquella época, aún soñaba con la consecución de dos hitos históricos: acabar con ETA y dejar a una mujer en su puesto. Incluso tenía elegida a la candidata, Carmen Chacón, una joven catalana, que apuntaba maneras. Pero no podía ni imaginar cómo sería, al final, su salida de La Moncloa. Ni que su apuesta, Chacón, sería la perdedora por la necesidad de contar con un valor seguro frente a la crisis. Amén de las intrigas y zancadillas en la carrera sucesoria.
Sea como fuese, Zapatero, que disfruta con las confabulaciones, aseguró a todas las partes en litigio que eran los elegidos. Así se lo hizo saber a Chacón en 2008 antes de las generales. Y, así, se filtró convenientemente a la Prensa. Pero la crisis despertó de un mazazo a Zapatero. Para afrontarla, necesitó de una aparente credibilidad que le daba su viejo compañero de viaje: Alfredo Pérez Rubalcaba ante una situación, que lejos de mejorar, iba empeorando por momentos. Hasta llegar a la pasada Navidad, en la que el jefe del Ejecutivo, maestro en el juego del enredo, insinuó la proximidad de su retirada. Pese a que horas después llegaron los desmentidos oficiales, él comenzó a prepararla. Con la primavera en puertas y varios meses antes del 22-M, se reunió con José Bono, su rival de primarias, en un encuentro ajeno a miradas indiscretas. En la conversación salieron a relucir cuestiones denominadas de «Alto Estado», pero, además, otras de partido. «Yo no veo a nadie mejor para sustituirme que a tí o a Alfredo», le confesó al presidente del Congreso. Pero ahí no se quedó la cosa. Paralelamente, le prometió a Chacón, para no airarla, el cielo monclovita, aunque con menor efusividad.
En este escenario, el enfrentamiento estaba servido. Con Bono volcado en otros menesteres, sólo quedaban dos competidores: Rubalcaba y Chacón. De la contienda entre ambos, al presidente le quedó un regusto amargo, como al que sabe la traición, confiesan en su círculo más íntimo. «Se sintió defraudado por Alfredo y un tiempo antes por Pepe» (Blanco).
Pero la suerte ya estaba echada y su salida decidida. Por tanto, sólo quedaba apoyar al que mayores respaldos reuniera del partido (leáse Rubalcaba). Justo en ese momento el destino de Zapatero cambió de rumbo. Se dio cuenta de la que se le venía encima tan sólo hace unas semanas. Hasta entonces, el candidato socialista a La Moncloa compartía con él, aunque por razones partidistas, las ventajas de cumplir la legislatura y convocar elecciones en marzo. Sin embargo, la inminente publicación del auto del «caso Faisán» precipitó el 8 de julio la salida del Gobierno de Rubalcaba, dispuesto a abandonar en septiembre la Portavocía e Interior, pero no la Vicepresidencia. El 7 de julio hizo partícipe de la situación al presidente y éste asumió el desenlace impensable en 2004: un adelanto electoral indeseado con la misma justificación (la economía) utilizada para el agotamiento de la legislatura y con parte de la cúpula policial procesada por el «proceso de paz».
Ese día, fue uno de los peores de su vida. Pero, en un gesto de generosidad con el partido y el candidato, sacó pecho y pactó con Rubalcaba la fecha del adelanto electoral. No podía ser de otra manera con un candidato en la calle y sin tribuna pública en la que medirse con su rival Mariano Rajoy. El penúltimo capítulo de este culebrón se escribió el viernes pasado. El presidente consumó su sacrificio y dando muestras de sus dotes para la interpretación, con su rostro más amable, anunció generales para el 20-N. «Aunque la procesión iba por dentro», dicen en su círculo más próximo. Ahora se siente aliviado, después de la pesadilla vivida. «Lo único que tiene claro es que volverá con Sonsoles a León» en enero próximo.