España

Sin pena ni gloria en el Ministerio por Sergio ALONSO

Sin pena ni gloria en el Ministerio, por Sergio ALONSO
Sin pena ni gloria en el Ministerio, por Sergio ALONSOlarazon

No hay mal que por bien no venga. La «operación maquillaje» emprendida por el Gobierno en el punto álgido de la crisis económica para pregonar el ejemplo y recortar gasto público ha dado al traste con dos de los órganos administrativos más estériles que se recuerdan en el Ministerio de Sanidad desde hace años: la Dirección General de Recursos Humanos, que comandaba Evencio González de Dios, y la Dirección General de Terapias Avanzadas y Trasplantes, que encabezaba Augusto Silva. De la primera, poco cabe decir que ya no se sepa. La política de personal ha sido durante los últimos seis años uno de los grandes puntos flacos del Gobierno socialista en materia sanitaria por su insólita falta de actividad y de iniciativas. La otra dirección suprimida, la de Terapias Avanzadas, debía desaparecer por una mera cuestión de Justicia. Su creación no fue fruto de la necesidad, sino del capricho personal de Bernat Soria cuando era ministro para hacerle la pinza a Rafael Matesanz y a toda la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) por una cuestión de celo profesional y de protagonismo mediático. Capricho, por cierto, que generó gasto público y puso contra las cuerdas el modélico sistema de coordinación de las donaciones e implantes en España. Mucho más lista que su antecesor y bien informada, Jiménez apostó pronto por el nefrólogo y relegó a un segundo plano a Silva, en lo que ha constituido uno de sus mayores aciertos en el Ministerio. La otra conclusión que surge de la criba de altos cargos decretada por el Gobierno es la drástica pérdida de peso en Sanidad de la subsecretaria Consuelo Sánchez Naranjo, quien ya había sido privada previamente de las competencias sobre la Agencia del Medicamento.