Crisis económica

Gestos

La Razón
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Moratinos se ha echado a llorar en público cuando se ha visto despedido. Los gestos también importan y esta crisis de Gobierno ha estado llena de ellos. Con sus lágrimas, el ex ministro ha demostrado ser un hombre blandurrón, lo que nos explica a posteriori su peligrosa intimidad con Raúl Castro, Chávez o Arafat. Bibiana Aído y Valeriano Gómez no son tan sensibles. La ministra de Igualdad no ha tenido empacho en aceptar ser degradada. Ha pasado de ministra a secretaria de Estado sin pestañear, con la frialdad hierática de quien se asegura un sueldo, sin dolerse en su dignidad y consciente de que su inexistente currículo la incapacita para la reinserción laboral. En cuanto a Valeriano Gómez, ha demostrado ser el más práctico de todos. Acababa de manifestarse contra la reforma laboral y ha aceptado dirigirla desde el ministerio de Trabajo, que es como tener una fábrica de misiles y abanderar la desmilitarización. Hay gestos que no sólo llaman la atención, sino que marcan época y hacen lenguaje. Por ejemplo, cuando Ernesto de Hannover, tras una juerga nocturna en Madrid, faltó a la boda de los Príncipes pero se apuntó al banquete, fundó la expresión «hacerse un hannover», por acudir a un convite sin asistir a la ceremonia. La hazaña del nuevo ministro de Trabajo no es menor. Reivindicar una cosa y ponerse al servicio del poder para hacer la contraria merecería pasar a la calle como «hacerse el Valeriano». Por ejemplo, se «haría el Valeriano» el marxista militante que organizase estrategias capitalistas para su jefe. Lágrimas, indignidad e hipocresía. Menudos gestos para un cambio de Gobierno.