Colonia
Marta
Luis del Val, ese formidable escritor, le ha dedicado a Marta Domínguez su último retrato dominical en LA RAZÓN. Marta Domínguez, nuestra mejor atleta, palentina, de la Castilla Alta, acosada y humillada por el poder por haberse identificado con un partido político que todavía no gobierna. «Acoso al Honor», titula Luis su texto.
Han intentado mancharla y machacarla, y la Justicia ha puesto las cosas en su sitio. No quiero pensar que la Guardia Civil haya intervenido en una operación tan sucia y teledirigida. Pero se ha demostrado que se ha actuado de espaldas a la magistrada del caso, y que el único objetivo perseguido no es otro que fulminar el honor de una mujer que nos ha dado todo a los españoles que ahora la abofeteamos. Porque todos seremos culpables si no exigimos que los contaminadores de su honra respondan ante la Justicia por su indignidad. Del primero al último, sin olvidar a los medios de comunicación que han contribuido, con su patética obediencia al partido que todavía nos gobierna –es un decir–, al desprestigio de una deportista ejemplar. Sucede que sentar en el banquillo a un ministro, al máximo responsable del deporte español, al director de un poderoso diario, al director del Laboratorio de Madrid dependiente del Consejo Superior de Deportes y al mando de la Guardia Civil que ordenó el acoso y derribo de una ciudadana inocente y deportista extraordinaria, no es factible. Tendría que serlo, pero no lo es.
Marta ha entrado y salido de los Juzgados en decenas de ocasiones. Ahí estaban cumpliendo con su deber los reporteros, cámaras y fotógrafos. En España se condena con antelación. Ése fue, si mal no recuerdo, uno de los argumentos fundamentales de la legión de abogados que defendieron a Jesús de Polanco y Juan Luis Cebrián cuando el juez Javier Gómez de Liaño les ordenó presentarse en la Audiencia Nacional. El descrédito público, el duro pasar por el control de los juzgados entre periodistas y curiosos. Pero Marta carece del poder de aquellos. Allí no hubo carpetazo. Al juez Gómez de Liaño se le persiguió con saña y fue suspendido. Aquí tampoco sirve el carpetazo. Europa representa el valor del individuo, el honor de la soledad ante el abuso del poder. Ese honor mancillado, esa soledad padecida por Marta Domínguez durante el escabroso y tramposo proceso al que ha sido sometida, es también nuestro honor mancillado y nuestra soledad sufrida. Los responsables del abuso de poder no pueden irse de rositas, por muy poderosos que sean, porque también el poder está sujeto a los principios de la justicia y de la decencia. Todos contra el honor de una mujer, aparentemente frágil, pero fuerte como un roble norteño de los que se adueñan de los paisajes de la montaña palentina. Una mujer que nos ha dado el oro de sus medallas y que ha recibido, a cambio, el asco de la manipulación y la indefensión más absolutas. Pero ha funcionado la independencia judicial. La Fiscalía calla. Estamos acostumbrados a sus silencios cuando se trata de no proteger a los que no forman parte del partido gobernante. Y aquí no vale la excusa de dos trajes, tan fundamentales para el Fical. Aquí no hay ni el elástico de un chándal. No hay nada. El laboratorio alemán de Colonia, el más avanzado del mundo, ha sido tajante. Nada, nada y nada. Así tratamos a quienes mejor nos representan.
Marta. Has resistido y vencido. No te quedes ahí. Te quedan fuerzas suficientes para seguir venciendo en las pistas de atletismo y en desenmascarar a los culpables de tu suplicio. Tu honor es tan alto como el de tu Alta Castilla. A por ellos, Marta.
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