Escultura

OPINIÓN: Ángela de la Cruz

La Razón
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La mayor parte del arte contemporáneo es una estafa, un calculado y tedioso ejercicio de pose por el cual el discurso es reemplazado por la afectación y la banalidad extremas. Queda muy poco margen para las propuestas no impostadas, capaces de sacudir las adormecidas conciencias de un público acostumbrado a refrendar experiencias ya vividas. Entre el escaso grupo de autores que consiguen erosionar el status quo imperante destaca Ángela de la Cruz, cuya última aparición en España, en la Galería Helga de Alvear, está llamada a ser una de las exposiciones más contundentes y lúcidas de la temporada. La obra que capitaliza el discurso urdido por la artista –un sillón y una silla encargados de sostener inestablemente un mueble– constituye una de las reflexiones sobre la realidad corporal más intensas y ásperas que se hayan ideado en este último periodo histórico.

Los tres objetos que conforman esta nada complaciente escultura no aparecen reunidos por ningún interés en particular. De hecho, el lugar de reunión señalado determina un punto de perdida, de fractura del sentido económico de lo social. Frente a la razón productiva dominante, Ángela de la Cruz propone la disidencia del pathos como el modo para desestabilizar el habitar del mundo por parte del cuerpo, alumbrando así un objetualismo visceral que sobrecoge como pocas experiencias en la actualidad.