Comunidad de Madrid
Un bosque más natural
La Comunidad de Madrid tiene pendiente diversificar la mitad de las repoblaciones de pinares hechas en la región. El objetivo es hacer masas boscosas mixtas con especies diferentes y árboles de distintas edades
A finales del siglo XIX, la Comunidad de Madrid estaba prácticamente despoblada de árboles. La erosión y los problemas de avenidas de agua enturbiaban el recurso hídrico que llegaba a la capital teñido de tintes marrones fruto de lodos y sedimentos. Es entonces cuando, antes de poner en marcha la red de presas del río Lozoya, empezaron a repoblar de pinares la región. Pero el mayor impulso tuvo lugar entre los años 40 y 70. No sólo se trataba de frenar la erosión, sino también de promover el desarrollo rural. Es entonces cuando la autonomía empieza a teñirse de verde. Los árboles, todos iguales y de la misma edad, crecen en perfecta simetría, lo que dibuja unos bosques monocultivo en los que la vulnerabilidad ante las plagas y las enfermedades es mayor.
«No es hasta finales de los 80 y principios de los 90 cuando las repoblaciones comienzan a hacerse con criterios medioambientales modernos. Desde entonces, convertir las repoblaciones en bosques naturales es uno de los objetivos que se fija la región. El último ejemplo, el Plan de Repoblaciones 2006-2010 con el que se plantan 150 especies de árboles (48 especies de frondosas, pinos, más de 10 especies de coníferas, hasta 70 especies de arbusto para fomentar la riqueza del sotobosque) en las masas mono específicas de antaño y en las arrasadas por las llamas», explica Pablo Sanjuanbenito, jefe de Área de Desarrollo de Plan Forestal de la Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid.
El objetivo: hacer masas mixtas, no sólo por especies, sino también por edades. Es decir, irregularizar las masas arbóreas con el fin de que coexistan ejemplares jóvenes, medianos y mayores. «Prueba de ello son los bosques de Canencia y del Monte Abantos», afirma el experto.
Masas menos dependientes
Sin embargo, queda muchísimo por hacer. «De las 222.000 hectáreas de superficie arbolada que hay en la región, 125.000 son masas de encinares naturales no repobladas. El resto, unas 73.000 ha, son pinares en su mayoría plantados. La mitad de ellos, unas 37.500 ha, necesita ser naturalizada, con especies diferentes y árboles de distintas edades. Además, muchas de nuestras masas arboladas son artificiales, proceden de repoblaciones realizadas entre los años 40 y 70 y su abandono desembocaría en un decaimiento de estos bosques», añade.
Y a este largo camino que queda por recorrer hay que sumar la cantidad de superficie privada que hay que repoblar y naturalizar. «Las grandes fincas privadas están arboladas, casi mejor que los montes públicos. El problema hoy es que hay muchísimas pequeñas y medianas fincas no repobladas, por lo que el esfuerzo debe dirigirse a paliar esta situación. Hay subvenciones para repoblar fincas privadas, que no llegan a las pequeñas y medianas fincas, por lo que se está estudiando sacar un tipo de subvenciones sólo para ellas», avanza. Una medida que, de llevarse acabo, permitiría promover la repoblaciones de árboles y acabar, al menos en parte, con las repoblaciones de ladrillo.