
Bruselas
Devaluación de España

La cumbre de la zona euro fue decepcionante para los intereses españoles. El acuerdo final para la recapitalización de las entidades perjudica especialmente al sistema financiero de nuestro país no ya por la exigencia de elevar el capital principal al 9% antes del 30 de junio de 2012 –que también– sino por los cálculos preliminares de la Autoridad Bancaria Europea. Según esta entidad, casi una cuarta parte del capital adicional que requiere la banca europea corresponde a necesidades de la española (26.161 millones de euros), que se sitúa sólo por detrás de la griega, una circunstancia incomprensible y que nos deberán explicar de forma detallada. Por supuesto, estas estimaciones no alimentan la confianza en nuestro sistema financiero. Siembran dudas sobre su capacidad poco justificadas en bancos con solvencia y solidez demostradas. La exposición inmobiliaria en nuestro país es un problema, desde luego, pero la calidad de los activos de nuestros principales bancos han pasado con nota los test de estrés de las propias autoridades europeas y el proceso de «limpieza» de la toxicidad está en marcha. De hecho, las entidades afectadas por las nuevas exigencias impuestas en Bruselas aseguraron ayer que no necesitarán recurrir a dinero público para cumplir con la normativa, lo cual es un síntoma de fortaleza. El acuerdo de los líderes europeos contempla también la depreciación de nuestra deuda soberana del 3% «como medida excepcional para circunstancias excepcionales» y que no será permanente. Nos parece un mal y peligroso precedente que refuerza esa depreciación de la «marca España» en que ha concluido en general el cónclave de Bruselas. La euforia desatada en las bolsas, que ayer subieron un 5%, no nos puede confundir. Los inversores celebraron un acuerdo que despeja incertidumbres en la resolución de la crisis de la deuda con una quita del 50% a Grecia, la recapitalización de los bancos con 106.000 millones de euros y la potenciación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera para que su capacidad de intervención alcance hasta un billón de euros. Pero la lectura nacional es muy distinta y sólo puede interpretarse en clave de mayores dificultades para la recuperación de nuestra economía. Las nuevas exigencias de capitalización para la banca cerrarán aún más el grifo del crédito, que es precisamente lo que España necesita para que los emprendedores, las pymes y los autónomos creen empleo y generen actividad. Si no hay financiación, la salida de la crisis sólo puede retrasarse, con lo que las dificultades se multiplican. Además, Europa ha enviado el mensaje a los inversores de que España no es un valor seguro y lo ha hecho sin razones de peso, porque el Tesoro siempre ha cumplido con sus compromisos y nunca ha dejado de pagar. Eso sin contar que nuestro país mantiene porcentajes de deuda pública (68% del PIB) muy por debajo de otros como Bélgica o Francia, que también padecen activos tóxicos en su sistema financiero. Sin duda, a este desenlace ha contribuido el escaso peso político actual de España. Dicho de otro modo, el nuevo Gobierno que salga de las urnas deberá enfrentarse a una herencia aún más onerosa.
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