Hollywood

«Didi Hollywood»: Quién compadece a la Pataky

Dirección: Bigas Luna. Guión: Bigas Luna y Carmen Chaves. Intérpretes: Elsa Pataky, Paul Sculfor, Peter Coyote, Flora Martínez. España, 2010 Duración: 108 minutos. Drama.

«Didi Hollywood»: Quién compadece a la Pataky
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De la soledad de las discotecas de periferia hemos viajado a la soledad de las alfombras rojas. Es el trayecto de ese amplio recorrido que nos transporta de una mujer ambiciosa pero fiel a sus principios, la Juani, a una mujer ambiciosa que se pasa sus principios por el forro, Diana Díaz, alias DiDi. Representan las dos caras de un mismo eterno femenino sometido al deseo carnal de una constelación de hombres que facilitan o dificultan su camino hacia el éxito.

Bigas Luna, que conoce el terreno –rodó ya en los Estados Unidos dos películas, «Renacer» y «Angustia»–, también conoce la historia de cerca: después de todo, él fue quien descubrió a Penélope Cruz, una actriz que podría ser uno de los modelos del estereotipo de la latina que supo conquistar Hollywood. Lo más decepcionante de un filme como «DiDi Hollywood» es que Bigas Luna no ha sacado jugo de su conocimiento de causa: si cualquiera de nosotros, que solamente somos neófitos en el tema, escribiéramos un guión sobre las penas y alegrías (pocas) de una camarera que se convierte, de la noche a la mañana, en estrella de postín, no sería tan distinto de este ramillete de tópicos que el cine –desde «Ha nacido una estrella» hasta «Showgirls»– se ha ocupado de institucionalizar.

Bigas Luna no deconstruye el argumento universal de ascensión y caída, se queda en su superficie, se lo toma, aunque pueda parecer mentira, sorprendentemente en serio.
A la Pataky, todo esfuerzo y buena voluntad, no se le pueden pedir desde luego milagros: tampoco es que su personaje dé para mucho, impregnado como está de un victimismo que se encuentra como desplazado. Es como si este cineasta se creyera de verdad que debemos tener compasión por DiDi, como si la fama fuera una enfermedad incurable por la que todos tenemos que ponernos a llorar.