Centro de Arte Reina Sofía
Gastos corrientes por Pedro Alberto Cruz Sánchez
España posee una de las redes de museos y centros de arte más importantes del panorama europeo. Durante las dos últimas décadas, las diferentes comunidades autónomas y algunos importantes municipios se han dotado de importantes equipamientos, diseñados con el objetivo de trabajar, no para un contexto local, sino esencialmente nacional e internacional. Desde un principio, las políticas de programación de estos espacios han buscado la exclusividad y el matiz diferencial en un territorio tan competitivo como el español, en el que –eran otros tiempos– la cultura se utilizaba como principal y decisivo factor en el posicionamiento estratégico de marca. Pero he aquí que los suculentos presupuestos que acompañaron a tales instituciones durante sus inicios y gran parte de su singladura han quedado reducidos a su mínima expresión, de suerte que –en lo que supone una de las expresiones más repetidas de los últimos tiempos– «sólo hay para gastos corrientes». En la actualidad, casi ningún centro de arte tiene presupuesto para hacer algo más que pagar los sueldos de sus trabajadores y la luz y el agua. Se está imponiendo la opinión de que, ante la falta de recursos, resulta prioritario establecer un marco de colaboración interterritorial que permita trabajar en el campo de las co-producciones y los circuitos de exhibición. Pero esta solución plantea más problemas que soluciones, puesto que, ¿en qué medida una infraestructura concebida en clave nacional e internacional resistirá convertirse en una estación más de paso de un determinado producto expositivo, el cual puede ser contemplado en la región de al lado? ¿De qué modo centros que nacieron con el expreso mandato de la exclusividad de sus propuestas pueden involucrarse ahora en una política de circuitos autonómicos sin que su prestigio se vea seriamente dañado? En la mayoría de los casos, el consumo interno, estrictamente local, no legitima la existencia de proyectos cuya vocación es incuestionablemente de orden superior. A la hora de plantear una reordenación de los recursos culturales españoles, lo primero que hay que hacer es ofrecer una urgente y digna solución a este estrato básico y destacado de nuestra realidad diaria.
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