Museo Reina Sofía
Por qué niegan que Tita y Borja han hecho las paces por Jesús Mariñas
Parece actitud tan increíble como el mantenido, repetido y ya larguísimo enfrentamiento madre e hijo. Cierto que la baronesa Thyssen no muestra simpatías por la rubita que encandiló a su heredero. Y Blanca Cuesta corresponde dándole el mismo pago, nada nuevo dentro de un clan familiar lleno de ambiciones –que no paran en Jesulín y Campanario– donde no siempre es fácil convivir con la parentela, qué les voy a contar que no haya padecido entre los míos.
Pero si la ruptura parecía oficializada, reconocida, evidente y patente, ¿a qué viene esta última actitud de rechazo del posible reencuentro entre Carmen Cervera y el fruto de sus entrañas? A lo largo de su accidentada existencia, ella sólo tuvo como objetivo hacerse cierto renombre desde donde encumbrar al ya nada niño que recuperó formas físicas normales tras su dilatada etapa –parece que animada por la entonces novieta– intentando ser émulo, alumno o competidor de Schwarzenegger. Borja era todo músculos y la abundancia muscular le impedía pensar. Eso, unido a la pasión que mantiene con su esposa, creó una situación complicada y difícil de soportar en la Thyssen, acostumbrada al ordeno, mando y hago saber. A fin de cuentas, ella logró posición y riqueza que le permiten llevar las riendas familiares, cuidando especialmente el futuro de su retoño. Los primeros años de noviazgo conformaban un trío armónico que se entendía y compartía. Ya con el «sí, quiero» en ciernes, el cariño devino en rechazo. La comunicación se interrumpió al tiempo que la pacífica convivencia. Lo que era entendimiento se convirtió en incompatibilidad agravada con el primer embarazo y los humillantes cinco ADN para demostrar la paternidad de Borja. Lo suyo alumbró culebrón en el mejor estilo de los novelones de más allá.
Llegaron a situaciones inverosímiles entre madre e hijo, hasta entonces arquetipo de cariño. Tristísimo y desgarrador para ambas partes convertidas en insólitos contendientes. Situaciones al límite, ataques, incompresiones, golpes bajos y descalificadores.
Cuando ahora los sentimientos parecen volver al cauce del que no debieron desbordarse, recurren a una operación que evita reconocer un posible pacto sellador de desencuentros. Aseguran que pudo firmarse a espaldas de una Blanca más intransigente de lo imaginado. Pero la jefa de prensa de Borja y la oficina de Tita desmienten cualquier acercamiento. Final de hostilidades tras satisfacer la baronesa los millones pendientes de la herencia. Enmascaran, disfrazan y engañan hasta a la hora de congraciarse.
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