Lorca

Gratis total

La Razón
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Las reacciones ante el cierre de Megaupload y la Legislación de internet ofrecen la ocasión de contemplar todo un abanico de las paradojas de la actualidad. Se ha hablado, y mucho, de vuelta a la censura, aunque las compañías que han presionado a las autoridades norteamericanas para retrasar la legislación antifraude invocando la libertad no se hayan mostrado particularmente activas frente a la auténtica censura que sí que se ejerce en países como China. Como resultado, la Casa Blanca se ha distanciado de la nueva legislación. Según algún medio norteamericano, esto significaría que las contribuciones a la campaña de Obama de los antiguos colegas de Google y Microsoft, hoy megaempresarios, empiezan a dar resultados. La industria del cine se enfrenta a las grandes empresas de internet… que prefieren seguir a bien con los poderosos. Rodríguez Zapatero y Sinde ya se vieron en su día en un dilema parecido.

En la misma línea, pero a nivel más casero, también tiene gracia la impopularidad que sufren algunas estrellas del espectáculo. Los actores y los «artistas» fueron siempre consideradas personas de moralidad… quebradiza. Desde hace algún tiempo, se han convertido en profundos ideólogos y gurús morales. Siempre que sean de izquierdas, claro está. Lo cual no les impide defender con fiereza el sacrosanto derecho a la propiedad privada en tratándose de sus bolsillos.

A la inversa, entre los liberales, que son gente que se precia de respetar la propiedad privada, hay una deriva hacia la justificación del fraude en internet como una forma de libertad. Sin duda que la legislación que rige la propiedad intelectual es mejorable en muchos aspectos. Protege derechos intelectuales relacionados con la creación durante décadas, mientras que apenas lo hace con los medicamentos, por ejemplo. Pero eso no es lo que está en cuestión. No están en juego los derechos de los herederos de Lorca, que tan activos fueron en este campo en su día, sino los derechos generados por personas que viven de su trabajo, como los guionistas, los productores y todos quienes participan en la industria del espectáculo, la edición, la información, la distribución. Según un precepto clásico, por otro lado, una injusticia no se corrige con otra.

Finalmente, hay en la práctica del fraude –técnicamente, robo– en internet un componente moral y político. La autorregulación de los mercados no está funcionando: en cuanto accedemos a ciertos medios tecnológicos, se acabó el respeto a la propiedad. La libertad da paso al gratis total, lo que se parece mucho al socialismo, al menos en lo que tiene de infantilización de una sociedad enganchada a saquear el trabajo de los demás. Que nuestro país lidere a un tiempo la tasa de paro y la de fraude en internet no deja de ser una coincidencia curiosa. Hasta que, como ocurre siempre en el socialismo, no haya nada más que saquear porque a nadie le salga rentable producir ni crear nada.