París

Del «Merkozy» al «club Med»

La Razón
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MADRID-La enésima «cumbre de la última oportunidad» se saldó el viernes con un hecho inédito en el proceso de construcción europea. Más allá de las medidas de urgencia adoptadas por los 17 socios de la eurozona para salvar a la moneda única, la cita ha hecho añicos las alianzas tradicionales. El eje París-Berlín dio paso a uno Madrid-Roma-París que se impuso a una aislada Alemania.

El detonante de este giro copernicano vino de la mano de la victoria electoral del socialista François Hollande en las presidenciales francesas del 6 de mayo. A diferencia de Nicolas Sarkozy, que seguía a pies juntillas el «diktat» de la canciller Angela Merkel, el nuevo inquilino del Elíseo abjura de la política de austeridad a toda costa y enarbola la bandera del crecimiento y el empleo. Y es precisamente en esta búsqueda del estímulo económico donde París ha sumado rápidamente el apoyo de otros dos países mediterráneos, España e Italia, duramente castigados por los mercados, pese a las decididas reformas emprendidas por sus respectivos jefes de Gobierno, Mariano Rajoy y Mario Monti.

Hasta ahora, el eje franco-alemán llegaba a cada cumbre con una propuesta común que, con mayor o menor dificultad, era adoptada por el resto; pero la reunión a cuatro celebrada en Roma el 22 de junio escenificó que algo ha cambiado. Ya no es tan fácil tomar decisiones en una UE de veintisiete miembros en la que el motor franco-alemán permanece en «stand by». «Merkozy» ha muerto y «Merkollande» aún no ha arrancado. Además, el nuevo presidente francés defiende que ya no basta con la alianza franco-alemana, que hay que sumar a Italia y España.
Frente a este «club Med», Merkel sólo contaba con sus tradicionales socios (Finlandia, Holanda y Austria) para resistir las demandas de España e Italia para que abriera la mano en la recapitalización de los bancos y en la compra de deuda con los 700.000 millones del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE).

Acuciadas por la creciente dificultad para financiarse, la tercera economía de la eurozona (Italia) y la cuarta (España), con la complicidad de la segunda (Francia), se enfrentaron a la locomotora europea (Alemania). Jugándose todo a una sola carta, Rajoy y Monti amagaron con vetar el Pacto de Crecimiento de 120.000 millones, lo que hubiera hecho fracasar definitivamente el Consejo Europeo y puesto en apuros a Merkel en su propia casa. La canciller se había comprometido con la oposición de socialdemócratas y verdes a apoyar este programa a cambio de su apoyo en la ratificación del Pacto Fiscal y del MEDE.

Curtido en los pasillos bruselenses mejor que ninguno de su homólogos tras una década de comisario europeo, Monti supo colocar entre la espada y la pared a la canciller amenazando con dimitir si no se lograba un acuerdo. La hipotética visión de volver a encontrarse a Berlusconi en los Consejos Europeos tuvo que conmocionar a Merkel, que de madrugada dio su brazo a torcer.

Con todo, no resulta tan evidente que los países del sur hayan infligido una derrota en toda regla a la canciller. Merkel se vio obligada a aceptar que el fondo de rescate financie directamente a los bancos españoles y comprar deuda sin recurrir a un rescate, pero es un precio aceptable, pues Berlín mantiene su principal «línea roja»: los eurobonos. A la postre, como recordó ante la Prensa la propia Merkel, «no hay prestaciones sin contrapartidas». Es decir, el Pacto Fiscal, que impone duras sanciones a los países que excedan el límite de déficit público, o el fortalecimiento del BCE, que pasará a supervisar a los bancos, garantizan a largo plazo la política de austeridad y estabilidad preconizada por Alemania. Merkel ha podido perder una batalla, pero ni mucho menos la guerra.