Copa Confederaciones
Iker el Capitán
La primera vez que lo en- trevisté acababa de cumplir los diecisiete y estaba en Suráfrica. Portero titular de la sub'19 que ganaría la «Meridien Cup», un Mundial oficioso. Lo encontré con soltura, sin temores, de palabra fácil, con buen carácter, abierto y colaborador en la conversación. Para ser un cha- valín, tenía las ideas claras. Hoy, Iker sigue siendo igual que en aquella noche del 98, con algunas experiencias más en la mochila. Ha batido, y batirá, todos los récords, y se ha ganado el afecto y el respeto de seguidores, periodistas y compañeros. Iker es el Capitán y el brazalete es suyo, ganado a pulso y en buena lid, a mi juicio, con un cierto retraso. La capitanía suele darse por antiguedad, pero se conquista cada día. Hay capitanes aborrecidos y capitanes admirados. Iker pertenece a esta segunda escuela. Comparto esa admiración por aquel que sabe recibir a los nuevos companeros, tratar a los veteranos, dar a todos su sitio, proteger al que lo necesita, animar al que se desploma, aplaudir al que se esfuerza y sentarse en el banquillo de la humildad cuando la ocasión lo requiere. Iker no sólo lleva el dorsal con el número 1. Es el número 1.A ello unimos que manda, organiza, sitúa defensas, bloca bajo palos, despeja de puños, sale al mano a mano, y echa el cerrojo a su puerta. Es líder en la hierba y en el asfalto, en la moqueta y en el azulejo. Sólo los grandes llevan el «1» cosido al alma. No me sorprende nada. Es el mejor. Cuando Hierro dijo que detrás venía un Ferrari, no vio que tras el Ferrari llegaba un avión supersónico. Se lo tapaba el coche.
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