Atlético de Madrid

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Susana

La Razón
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Escribe Alfonso Ussía, aquí al lado, de «sangre caliente», de «la heroica», de la entrega sin límites del diezmado Madrid frente a un Espanyol empequeñecido por el coraje de un adversario arrebatado. Convencido del trabajo bien hecho y emocionado, se refiere a la «casta», al orgullo, al amor propio, a eso que Toquero, delantero stajanovista del Athletic Club de Bilbao que ni siquiera parece un muchachote del Norte, como el riojano Fernando Llorente, sacó a relucir hace unas jornadas en el Vicente Calderón para mayor vergüenza de los otros ¿astros? rojiblancos. Garra, fe, empeño, ambición, arrestos, motivación, estímulo, ¡profesionalidad! ¡Dídimos! De lo que el Atlético carece, aunque su entrenador presuma de huevos. Lo que se anuncia un domingo sí y otro también en la ribera del Manzanares y más allá es un partido de fútbol que sólo disputa uno de los contendientes, el visitante. El anfitrión se da de baja; ni siquiera le luce para el género chico, para una «Verbena de la Paloma», porque sin Casta no hay Susana.Entre tanto, Miguel Ángel Gil y Enrique Cerezo tratan de encontrar un papel para salir del atolladero. ¿Don Hilarión? ¿Julián? Como se descuiden, compartirán ambos el de la Señá Rita, por aquello de lo que se da, no se quita. Así está el Atleti, sumido en una depresión que no alcanza ni para montar una opereta.