Iglesia Católica
Ahora les toca a los jóvenes
Con la gran misa presidida ayer por Rouco Varela en la Plaza de Cibeles y ofrecida en honor del Beato Juan Pablo II, comenzaba la JMJ que convertirá Madrid esta semana en el centro de la Iglesia Católica junto a Benedicto XVI.
Las cifras de este encuentro ya son tan importantes que, humanamente, convierten el acontecimiento en grandioso por sí sólo y lo sitúan en la primera línea de los grandes eventos mundiales por los que tanto nos afanamos los españoles con razón, lo que ya justificaría sin más su celebración en nuestro país como generador de riqueza y conocimiento de marca de España.
Pero independientemente de esto, los tiempos que vivimos hacen cada vez más necesarios estos encuentros masivos para mostrar en el espacio público la significación de la Iglesia en un contexto mundial cada vez más complejo, en la que ella tiene el más importante de los mensajes y de la misiones: la de anunciar el Evangelio Jesucristo, y por ello, mismo ser la más comprometida valedora del ser humano.
Especialmente oportunos son estos eventos eclesiales, de gran concurrencia y a la vez personales, cuando el espacio público y social pretenden ser ocupado en exclusividad por quienes, en un verdadero ejercicio de militancia impositiva de «confesionalidad»laicista, levantan la bandera de una sociedad sin Dios y por ello sin Iglesia y se afanan, contra todo sentido democrático, en reducir a los creyentes al foro interno de las conciencias y de lo privado. Tanto más les molestas que aparezca, como en estos días ocurre en Madrid, multitudinario, universal, vigoroso, alegre y juvenil el rostro de la Iglesia a la que creían anticuada y en retirada, aduciendo para ello una patente de exclusión del hecho religioso ajeno a nuestra Constitución, que con una sana aconfesionalidad lo reconoce como positivo para la ciudanía y merecedor de colaboración -en especial a la Iglesia Católica- en aras del bien común social.
Por ello mismo el cardenal Rouco, al dar la bienvenida a la multitud de jóvenes participantes en la JMJ-2011 les ha señalado que vienen a un país «cuya principal seña de identidad histórica, ¡de su cultura y modo de ser!, es la profesión de la fe cristiana de sus hijas e hijos en la comunión de la Iglesia Católica…»
Pero hay otra razón más profunda que llevó a Juan Pablo II a crear y promover estos grandes eventos juveniles y es la de constituirlos en un tiempo de encuentro espiritual con Jesucristo y de compromiso apostólico: un verdadero instrumento evangelizador de la Iglesia donde surgen vocaciones sacerdotales, religiosas, misioneras, laicales y matrimoniales. Donde se muestran los complementarios carismas y territorios que forjan la unidad de la Iglesia. Con este fin, con apostólica libertad y valentía, Benedicto XVI aprovechará esta oportunidad para pregonar a todos su reiterado llamamiento a lo esencial de la fe, como lo hiciera Simón Pedro, el primer Papa, a la salida del cenáculo el día del primer Pentecostés. Ahora les toca a los jóvenes seguir a Jesús, al que el Papa remite, y echar las redes. Toda la sociedad se beneficiará.
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