Energía
Luces y sombras chinescas
El desarrollo de China no puede medirse solamente por el rutilante distrito de Pudong, en Shanghái, o por el parque temático Walt Disney, en Hong Kong. Como tampoco son una muestra decisiva los 25.000 kilómetros de autopistas ya en funcionamiento, las instalaciones que se erigieron para los Juegos Olímpicos de 2008 o tantas otras cosas, que ponen de manifiesto grandes realizaciones, pero que nos dicen muy poco sobre la conciencia ecológica del más poblado de los países del planeta.
El caso es que frente a las anteriores referencias más que deslumbrantes, el entorno ambiental se encuentra todavía en situación patética: envenenamiento del aire, contaminación de suelos, erosión de cuencas fluviales, desertificación y disponibilidad decreciente de agua de calidad. Por todo ese sumario de cuestiones, el antiguo Celeste Imperio habrá de asumir una serie de compromisos. De ahí que ya esté discutiéndose si se seguirá quemando más y más carbón e hidrocarburos, y cómo se seguirá haciendo. O si habrá de recurrirse a centrales nucleares de nueva generación y a toda clase energías alternativas (eólica, solar, etcétera) para frenar la emisión de gases de efecto invernadero.
En la dirección apuntada en su discurso ante la asamblea general de Río+20 (la reunión ecológica dos décadas después de la Cumbre de la Tierra de Río, 1992), el primer ministro Wen Jiabao declaró que «promover el desarrollo sostenible es la gran causa que beneficiará tanto a las generaciones actuales como a las venideras. El futuro que queremos ha de suponer un contrato de nueva armonía entre el hombre y la naturaleza». Bonitas palabras, pero veremos cuál es la futura realidad, y para ello habrá que prestar atención a lo que se diga en el XVIII Congreso del Partido Comunista de China, a celebrar en el último trimestre de 2012. En ese sentido, la República Popular, con su régimen muy autoritario, tiene mucho que cambiar.
✕
Accede a tu cuenta para comentar