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La transformación del yihadista
París, Londres- El terrorismo de corte islamista sigue amenazando a Francia pero ha sufrido una transformación. Así lo han puesto de manifiesto los ataques de Toulouse y Montauban. El incremento de la vigilancia en la última década ha erradicado prácticamente la presencia de redes organizadas dentro del territorio. Las células islamistas desmanteladas desde los atentados del 11-S y la desactivación de una media de dos complots por año así lo prueban.
Pero a diferencia de los atentados suicidas que se han conocido en Europa occidental o las espectaculares acciones del GIA argelino que golpearon a Francia en 1995 con una serie de atentadosbomba, el terrorista de nuevo cuño actúa en solitario y prioriza las armas de fuego. Puede no estar afiliado directamente a la central de una gran organización terrorista como Al Qaeda pero sí a alguna facción o grupúsculo (Los soldados del Califato) como en el caso de Mohamed Merah. Es una suerte de híbrido entre el «terrorista clásico» o dependiente de una organización internacional y el conocido como lobo solitario que actúa sin ningún respaldo. Esta suerte de nuevo yihadista termina de radicalizarse y adiestrarse en el extranjero. El experto en terrorismo islamista Javier Jordan indica en su artículo «El caso de Mohamed Merah» que desde 2005 la mayoría se entrena en los campos de Pakistán, donde adquieren la habilidad necesaria para manejar armas de fuego e incluso fabricar explosivos.
También se incluye la característica de la edad (jóvenes entre los veinte y los treinta años) y ciudadanos de segunda generación de orígen norteafricano o centroasiático, dependiendo del país europeo. Un perfil que en algunos casos roza la marginalidad, en ruptura con la sociedad, cuya «conversión» extremista –gracias a internet– hace mucho más difícil detectarlos y prevenir sus acciones criminales. Además, cuentan con total libertad de movimiento en el espacio europeo por tratarse de naturalizados.
Según el ex responsable del contraespionaje francés, Louis Caprioli, ascienden a varias decenas los franceses que habrían regresado tras una estancia de adoctrinamiento en aquellos países en donde el cerco estadounidense hace cada vez más difíciles los viajes. El terrorista solitario es la principal pesadilla de las Fuerzas de Seguridad, obligadas a reinventar sus métodos de investigación y lucha antiterrorista. «Cuando sólo se trataba de células con varias personas, era mucho más fácil seguir los movimientos y localizar las comunicaciones», reconoce Caprioli.
La discreción y descentralización del nuevo terrorismo islamista hace la amenaza mucho más insidiosa, aunque dicha atomización, según los especialistas, debería implicar una menor sofisticación de las acciones y menos letalidad, por ende.
Un reciente informe de Europol señalaba un descenso (21,2%) de ataques terroristas en la Unión Europea durante 2010. Sin embargo, de los 179 terroristas islamistas arrestados, 94 fueron detenidos en Francia, lo que hace del país vecino uno de los principales escenarios de la denominada guerra santa en el viejo continente.
Una amenaza persistente que los franceses juzgan «elevada» en un 53 % de los casos, según un sondeo publicado ayer tras los asesinatos de tres militares, un profesor de religión y tres niños de una escuela judía de Toulouse a manos de Mohamed Merah. Y un 11% estima la amenaza «muy elevada».
Pero Francia no es el primer país que ha sufrido la actuación de los yihadistas. En Londres los atentados del 7 y el 21 de junio de 2005 revelaron un nuevo perfil de terrorista. Tres de los cuatro hombres que se inmolaron, causando 52 víctimas y más de 700 heridos, eran hijos de inmigrantes paquistaníes que habían nacido y se habían criado en Reino Unido y habían llevado una vida normal hasta que en su camino se cruzaron cabecillas de Al Qaeda. Los radicalizaron y los convencieron para ponerse unas bombas y morir matando en nombre de Alá.
Desde entonces, las autoridades han prestado especial atención a los discursos de los oradores en mezquitas y universidades de la comunidad islámica. Un informe publicado recientemente alertó que la Universidad Bancaria de la Sociedad Islámica aprovechó los medios de comunicación social para difundir la propaganda terrorista.
Las prisiones son un caldo de cultivo para radicalizar a jóvenes musulmanes. El Royal United Services Institute presentó en un informe en el que aseguraba que 1 de cada 10 musulmanes en las cárceles británicas ha sido captado por las redes islamistas internacionales. Eso supone que de los 8.000 que hay actualmente presos, 800 de ellos estarían dispuestos a atentar.
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