Historia
Fuera las chaquetas por Luis del Val
Mañana, lunes, será día de recuento. Pasada la euforia del eufemismo, donde todos los partidos han logrado excelentes resultados, merced a compararlos con las elecciones anteriores, las encuestas, los augurios o las expectativas, vendrá el aterrizaje con la realidad, y cada formación se mirará al espejo sin la intermediación de las cámaras y sin los entusiasmos del asesor de imagen.
Lunes de recuento, lunes de reflexión, lunes sin caretas. Las chaquetas sobran, y en las reuniones primeras de los partidos políticos habrá fría cortesía, que es el terrible preludio de las revoluciones internas, esas batallas fratricidas donde suele salir lo mejor y lo peor del ser humano, auténticas guerras civiles en el mapa de los que tienen carnet.
Confieso que le tengo simpatía a Alfredo Pérez Rubalcaba, o que, por comparación, me parece más valiente, más español y más capaz de los que ya se frotan las manos y se disponen a colocarse en la mejor posición para poder acudir en socorro del vencedor.
Cualquiera de los sustitutos que se barajen será menos de fíar que el compañero Alfredo.
Cualquiera de los conspiradores sabrá mucho menos del importante papel que debe jugar el PSOE en esta circunstancia vital para España y los españoles, cualesquiera el sitio donde estén empadronados. No sé si acertó cuando tuvo responsabilidades en la reforma educativa. Es probable que, como casi todos los ministros de Interior, y casi todos los portavoces del Gobierno, tuviera que aportar la consabida ración de cinismo, y es probado que fue cómplice de las desmesuras de Rodriguez Zapatero, sobre todo cuando alcanzaron las playas de la tontería contemporánea. Pero aún así y todo, me merece más confianza Alfredo en mangas de camisa que cualquier otro adnvenedizo que venga con otra chaqueta o cualquier otra advenediza que se presente con un falso Chanel. Los inquietantes síntomas que se perciben, el analfabetismo ideológico que proyectan las nuevas generaciones, intentando reivindicar un izquierdismo antiguo y casposo, necesitan personas que no miren a las próximas elecciones, una vez pasadas estas de hoy, y que observen qué va a ser de las próximas generaciones.
Estoy convencido de que mañana, lunes, algunos se quitarán la chaqueta, y, otros, se quitarán la careta del servilismo circunstancial para ofrecerse al futuro vencedor en un servilismo sobresaliente cum laude. Y cualquiera de ellos, sobre todo los que me imagino, se me aparece menos preparado, menos corajudo y menos inteligente para esta importante hora de España.
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