Convenios colectivos
Sindicatos al desnudo
Lo que más aterra a los sindicalistas de UGT y CC OO no es el despido libre ni los contratos precarios ni la bajada de sueldos, sino la devaluación de la negociación colectiva, la pérdida de control de los cursos de formación y el acotamiento del recurso a los tribunales. Con la primera han mantenido durante treinta años un férreo control laboral y un poder de intimidación sobre empresarios y gobiernos prácticamente omnímodos. Con la segunda, se han garantizado un chorro inagotable de financiación para engrasar su maquinaria burocrática y sus miles de liberados. Y con el tercero, judicializaron las relaciones laborales amparados en magistrados que les aseguraban casi siempre sentencias favorables y suculentos ingresos. Los sindicalistas ocupan hoy puestos fijos y por decreto en los consejos de dirección y de administración de empresas públicas, cajas de ahorros, entes autónomos, hospitales, universidades, etc. Son cargos que no se deben a unas elecciones democráticas, no representan a los profesionales ni responden a méritos propios; simplemente figuran ahí por su condición de jefes sindicales. De ese modo, la telaraña que han tejido a lo largo de décadas con la colaboración del PSOE les ha otorgado un poder muy superior a su representatividad real. Han sido y son un Ministerio más que sortea los cambios de Gobierno, un poder fáctico que no se somete a controles democráticos ni parlamentarios y un duopolio que ni se molesta en hacerse la competencia. Por eso ahora están furiosos ante el alcance de la reforma laboral de Rajoy, que va más allá de un simple ajuste legislativo y establece unas nuevas reglas del juego. No sé si Fátima Báñez será capaz de mantener el pulso o si acabará cediendo ante la huelga general que se avecina. Su convocatoria es inevitable, no porque la reforma revolucione el mercado, sino porque le toca la caja y el poder a los sindicatos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar