Escritores
Vicios con lengua
En el transcurso de una cena con un grupo de periodistas le confesé el viernes en Compostela a Santi González la relativa satisfacción que me producía haber llevado una vida disipada. No me importó reconocer el precio social y familiar que hube de pagar por aquella manera de vivir. Le comenté que era uno más entre los tipos del arroyo y que a las afueras de Compostela había un local de alterne en el que el dueño tenía a mi disposición una bata y zapatillas de casa. Yo sé que Santi no me juzga por eso. Mis cuentas con la sociedad y con la familia están saldadas, de las heridas perduran apenas las cicatrices y de aquellas mujeres turbias y marginales me queda la sensación de que fueron parte esencial de mi vida y el origen de una manera de escribir. Cada cual es muy libre de elegir el camino y las pisadas. Mi elección la tomé cuando empezaba en este oficio y a pesar de que mi vida ya no es la de entonces, y aun contando con los remordimientos, el caso es que jamás me he arrepentido. Se dice que en los vicios suelen caer las personas que carecen de voluntad para vencer las tentaciones. Allá cada cual.Yo no creo que haya que vencer las tentaciones, sino tener el talento necesario para reunir el dinero que cuesta caer en ellas. De todo se aprende. Como me dijo una fulana en un garito, «al cabo de tantos años haciendo posturas en el catre, me he dado cuenta de lo fácil que tendría ahora montar a caballo». Reconozco que es en la ruindad moral de los vicios donde tiene su origen mi manera de escribir. No puedo quejarme. En el caso de que mi vida con las fulanas no me hubiese servido para emplear con soltura el idioma, sin duda me habría sido útil para manejar bien la lengua.
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