América

Nueva York

La guerra de mentira de las Malvinas por Martín Prieto

La Razón
La RazónLa Razón

La presidenta argentina, Cristina Fernández, viuda del también presidente Ernesto Kirchner (el peronismo tiende a la monarquía), superado felizmente un cáncer que nunca existió, ha viajado a Nueva York para renovar su vestuario y su zapatería y muy suelta de cuerpo ha mandado a las Naciones Unidas a su Canciller para denunciar ante el mundo que el Reino Unido está desplegando un arsenal nuclear en las Islas Malvinas o Falkland. No son malos mis conocimientos estratégicos del Cono Sur y sólo puedo calcular tres opciones: o que los ingleses quieren atomizar a los chilenos, amigos por excelencia de los británicos y que odian a los argentinos, o contrarrestar un posible ataque de la República Oriental del Uruguay (el paisito), o volver a tundirle las costillas a una Argentina que ya fue derrotada en una guerra innecesaria y convencional. El Ejército argentino es conocido como el pato patagónico (una pisada, una cagada, otra pisada, otra cagada). El 30 aniversario de aquella monumental patochada de la penúltima Junta Militar está sirviendo para un conflicto de papel. Me imagino al primer ministro Cameron, que aunque no está en el euro sufre sus angustias, enviando cabezas nucleares al fin del mundo a un archipiélago de turba helada donde sabiamente no quieren vivir ni los pingüinos, sin contar con que hace décadas se estableció que desde el Río Grande a Tierra del Fuego el subcontinente está desnuclearizado. Es algo así como si los británicos decidieran instalar lanzaderas atómicas en la Antártida. La señora Kirchner, la reina del Plata, ha gastado lo que no tenía en subsidios y prebendas para ganar por mayoría absoluta las recientes elecciones, y ahora no sabe cómo pagar las facturas mientras a los argentinos les roe la inflación. Quiere poner contra la pared al bueno de Brufau y Repsol YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales ). Lo dijo Borges: «Los peronistas son incorregibles».