París

Brancusi-Serra dos pesos pesados

El Museo Guggenheim de Bilbao confronta la obra de ambos escultores 

La escultura con forma de espiral de Serra
La escultura con forma de espiral de Serralarazon

Para escuchar el diálogo hay que detenerse en las salas y notar cómo el espacio y las formas que contiene ya no es el mismo, la tierra rueda, el equilibrio es más precario, las paredes vibran un poco. Este es el rasgo común que une a las obras de Constantin Brancusi (1876-1957) y Richard Serra (1938) y que celebra el Museo Guggenheim de Bilbao, pues sus salas acogen la primera retrospectiva que se realiza en España del escultor rumano y la quinta de la historia. Si Brancusi redujo las fórmulas escultóricas a su esencia, tan primitivas que resultan futuristas, Serra tiene otra contradicción favorita por bandera estilística: el minimalismo llevado a su máxima expresión de tamaño. Los dos creen en la forma como expresión de las ideas.

El escultor californiano estuvo fuertemente influido por Brancusi. Becado en 1965 para sus estudios de arte en París, Serra visitaba la reconstrucción del estudio del maestro, que había fallecido siete años antes, y esa fue la razón de que decidiera dedicarse a la escultura. Porque allí encontró, según dijo, un «manual de posibilidades», que toman la escultura de una forma más profunda que la mera forma bella. El mejor ejemplo lo da la exposición al poco de empezar. Tres «Besos» de diferentes épocas se encuentran en una balconada sobre la sala 104, donde las enormes planchas de «La materia del tiempo» extienden sus ondas. «Ambas piezas hablan sobre la vida», afirma el comisario de la muestra y conservador de la Fundación Beyeler, Oliver Wick. Ambas lo hacen como una evolución de las piezas monolíticas, de las primeras fases de las manifestaciones artísticas humanas. Las de Brancusi son pequeñas piezas en las que dos figuras tienen sus bocas y ojos unidos en un beso. Sus formas se extraen del bloque de piedra con una talla muy superficial, «un monumento al amor» que transporta a un tiempo remoto, igual que hacen sentir al espectador las gigantescas planchas de metal de Serra, ya sea a Stonehenge o las murallas medievales.

«Reposo no estático»
El siguiente bloque temático de Brancusi son las cabezas de niños y musas. Impenetrables los dos, representados como huevos pulidos, brillantes. Unas rápidas muescas esbozan los ojos cerrados y las naricillas puntiagudas, como de seres de otro planeta. Se sostienen por un «reposo no estático», según Wick, que nos hace temer que en cualquier momento puedan chafarse contra el suelo. El vínculo con Serra no es tan evidente, pero está presente en su «Castillo de naipes», en el que cuatro planchas de plomo de 800 kilos se sostienen una sobre otra.

 

Contrabando de metal
Ser un revolucionario formal tiene sus problemas. A Brancusi, en 1927, el servicio de aduanas estadounidense le procesa acusado de intentar introducir metal de contrabando en el país camuflado como obra de arte. Era «Oiseau dans l'espace», pero al funcionario d turno le pareció solo un trozo demasiado grande de acero. Curiosamente a Serra le ha pasado otra cosa un tanto kafkiana, pero en España.

 

Dónde: Museo Guggenheim. Abandoibarra, 2. Cuándo: Hasta el 15 de abril de 2012.
Cuánto: 13 euros.