Han regresado los bandoleros. No lo han hecho en una película o en una serie, sino en las tierras andaluzas. No son gente humilde que se alza contra la injusticia o ladrones simpáticos que roban a los ricos para dárselo a los pobres. Estamos ante una mafia institucional que asalta el erario público para favorecer a los conmilitones del partido. La irrupción de la Justicia permite esperar que el escándalo tenga graves consecuencias para esa recua de delincuentes. Ha sido una impunidad que causa estupor. La cantidad de los escándalos y su variedad muestra una imaginación que la podrían haber utilizado para el desarrollo de Andalucía. Los dirigentes socialistas implicados me recuerdan al inquilino de un amigo que cuando dejó el piso se llevó las tuberías, muebles, ventanas y todo lo que encontró a su paso. La izquierda mediática, que tanto ha manipulado el «caso Gürtel», pasa de puntillas en estos escándalos. Debería hacer una reflexión ética sobre esa doble vara de medir que utiliza según afecta al PP o al PSOE.